Hacer el amor…
Por Diego Bang Bang
Hablábamos aquel día de las
manías perversas que uno adquiere cuando convive mucho tiempo con una persona.
Lo más obvio y explícito: las muletillas. O esa manera en que detienes tu
pensamiento para decir algo académico. Algo como “el uso extraordinario del
lenguaje por parte de Elizondo” o “en verdad Bolaño es una literatura del
exilio”. O esa manera tuya de fumar en medio de la madrugada como si ese
cigarrillo fuera el último del Sahara. Aunque no sé a quién se le pueda antojar
fumar en medio del desierto (pregunta para Paul Bowles o Malcolm Lowry). Para
manías los fetiches; mi favorito, aquel en el que sacas un pie de la cama y,
entonces, comienzo a lamerlo. Como un perro, justo como ese perro que vive
debajo de tu cama todo el tiempo. Qué tal esa en la que pretendes cocinar… sólo
para tener sexo en la misma cocina. ¿O de verdad crees que alguna vez he creído
que cocinas? Mención aparte merecen las manías perversas en los gustos
musicales o fílmicos o literarios… Como
cuando te dije que leyeras a Santiago Papasquiaro bajo el agua de tu regadera,
que él lo hacía con los libros de Bolaño. O como cuando me dijiste que debía
releer a Borges antes de tomar LSD. Yo fui quien te indujo a cometer suicidio
mientras escuchabas Jesus & Mary Chain o leyendo a Bernardo Couto. Y te
implore que me engañaras con alguien en el preciso instante que releyeras a
Ruvalcaba o a Efrén Rebolledo. Me prohibiste que llorara con Philip K. Dick.
Aunque no con la adaptación de Ridley Scott. Y menos con el último discurso de “Blade
Runner” escrito, según tu lectura de Fresán, por el personaje Isaac de “El
fondo del Cielo”.
Mejor aún, las manías en la cama.
1) Tus redondas nalgas restregadas a mi pelvis con sus intermitentes (¿intencionales?)
espasmos; 2) tus pies contra los míos como en frotamiento flamígero del tiempo
de las cavernas; 3) besarnos de manera vertical en lo ancho de la cama; mordernos
de manera horizontal a lo largo de la cama; 4) interrumpir tus pesadillas de
azafata espacial y tú mis ronquidos de cavernícola nómada; 5) y después de la
llamada a la acción de tus pezones, hacer el amor… porque nunca está hecho.
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