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domingo, 15 de julio de 2012

Hacer el amor...


Hacer el amor…

Por Diego Bang Bang

Hablábamos aquel día de las manías perversas que uno adquiere cuando convive mucho tiempo con una persona. Lo más obvio y explícito: las muletillas. O esa manera en que detienes tu pensamiento para decir algo académico. Algo como “el uso extraordinario del lenguaje por parte de Elizondo” o “en verdad Bolaño es una literatura del exilio”. O esa manera tuya de fumar en medio de la madrugada como si ese cigarrillo fuera el último del Sahara. Aunque no sé a quién se le pueda antojar fumar en medio del desierto (pregunta para Paul Bowles o Malcolm Lowry). Para manías los fetiches; mi favorito, aquel en el que sacas un pie de la cama y, entonces, comienzo a lamerlo. Como un perro, justo como ese perro que vive debajo de tu cama todo el tiempo. Qué tal esa en la que pretendes cocinar… sólo para tener sexo en la misma cocina. ¿O de verdad crees que alguna vez he creído que cocinas? Mención aparte merecen las manías perversas en los gustos musicales o fílmicos o literarios…  Como cuando te dije que leyeras a Santiago Papasquiaro bajo el agua de tu regadera, que él lo hacía con los libros de Bolaño. O como cuando me dijiste que debía releer a Borges antes de tomar LSD. Yo fui quien te indujo a cometer suicidio mientras escuchabas Jesus & Mary Chain o leyendo a Bernardo Couto. Y te implore que me engañaras con alguien en el preciso instante que releyeras a Ruvalcaba o a Efrén Rebolledo. Me prohibiste que llorara con Philip K. Dick. Aunque no con la adaptación de Ridley Scott. Y menos con el último discurso de “Blade Runner” escrito, según tu lectura de Fresán, por el personaje Isaac de “El fondo del Cielo”.

Mejor aún, las manías en la cama. 1) Tus redondas nalgas restregadas a mi pelvis con sus intermitentes (¿intencionales?) espasmos; 2) tus pies contra los míos como en frotamiento flamígero del tiempo de las cavernas; 3) besarnos de manera vertical en lo ancho de la cama; mordernos de manera horizontal a lo largo de la cama; 4) interrumpir tus pesadillas de azafata espacial y tú mis ronquidos de cavernícola nómada; 5) y después de la llamada a la acción de tus pezones, hacer el amor… porque nunca está hecho.      

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