> Arcanum VI: 2010

jueves, 30 de diciembre de 2010

Cinco canciones de amor y un universo paralelo V

She´s Suffering…

Por Diego Bang Bang

Contra el sufrimiento la belleza no puede hacer nada. Ariadna mira las cartas y las lee sentada en la orilla de la cama, se pregunta las cosas que hizo erróneamente y admite ese pesado sentimiento que se acurruca (imperceptiblemente) en su corazón. Piensa en ese funesto embarazo: en lo más maravilloso de la vida arruinado por los torpes hábitos sexuales, arruinado por la incompatibilidad de los tiempos y, finalmente, arruinado por la infranqueable e insoslayable separación con Lucio. Se imagina (a veces también lo sueña) a ese pequeñín guarecido en sus brazos o succionando impetuosamente uno de sus senos; también, sus rasgos más pequeños desde el color de sus ojos, su particular olor e incluso su singular tono de voz.

Se suelta y cae en su rígido colchón: sus ojos miran directamente al raído techo de su cuarto. Absorta, Ariadna, quisiera tener la respuesta, el entendimiento para comprender esa sensación de vacío, esa llama quemante en el alma, ese mareo vertiginoso que ha sacudido su vida. Por qué se sentía asesina, por qué no se sentía con el derecho para hacer lo que hizo, por qué un abismo insondable se le colocaba enfrente de la vida… Aquel aborto sólo le plantaba miríadas de porqués en su cabeza. Desde el momento de la tempestuosa noticia, Lucio y ella arremetieron con más empuje el uno contra el otro: el velado odio comenzó a escalar hasta convertirse en la actitud predominante. Peor aún, terminó por odiar a aquella naciente criatura.

Cierra los ojos e instantáneamente un par de lágrimas comienzan su recorrido: Ariadna comienza a tragarse el dolor y no encuentra lugar dentro de su cuerpo; por momentos se imagina a sí misma tasajeando a su hijo o, incluso, se imagina aceptando con gusto la flagelación de algún verdugo medieval. En el momento más aciago cree fervientemente en el suicidio mientras contrae su cuerpo y, toda ella, se vuelve un entramado de dolor. Precisamente ese entramado que sirve de conducto a la prudencia, el mismo que hace abrir los ojos incluso al más necio.

Ariadna se levanta y camina en dirección al reproductor, busca dentro de la gama de discos disponibles: recuerda lo importante, tanto para Lucio como para ella, de la música de los Manic Street Preachers. Pulsa play: comienza una discreta melodía y una suave batería; exactamente después de los primeros treinta segundos y el primer verso surge el verso que, de ahora en adelante, marcará invariablemente su pasada relación con Lucio: “Lovers wrapped inside each others lies”.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Cinco canciones de amor y un universo paralelo IV

Neon Lights…

Por Diego Bang Bang

La noche es oscura, los rascacielos son imponentes, la vida es demasiado controlada (incluso en una galaxia de la periferia) en estos tiempos de progreso y prosperidad. Danieri mira el expediente: un caso de violación de parámetros de pensamiento. El sello del departamento es un águila de metal con dos ojos enigmáticamente penetrantes. Policía del Pensamiento: Departamento de Abstracción, un buró de investigación meticulosamente planeado para las rupturas con los esquemas de pensamiento propios de un ciudadano de la Vía Láctea.

Danieri estudia los rostros, las ocupaciones de este par de individuos y piensa una manera de atraparlos: llevan ya varias amonestaciones por transgredir los límites de abstracción. Al parecer su relación con la Sustancia Soma (la SS de las drogas) es muy estrecha. Danieri mira, piensa, cavila… Repentinamente su radio de ondas hertzianas recibe un mensaje: los jóvenes sospechosos han sido videados en las cercanías de una estación del STI. Danieri prende sus jets a propulsión y calcinando los restos ígneos del pavimento sale a toda velocidad.

La zona centro de la Ciudad de México, lugar conocido por sus traficantes de Sustancia Soma, es donde comienza la persecución: las ondas cerebrales de los sospechosos fueron detectadas a las afueras del recinto parlamentario de San Lázaro. Danieri planea interceptarlos en unos segundos en la estación terrenal Cuauhtémoc; es de suma importancia no permitirles la llegada a la estación matriz de Observatorio.

Ya en Cuauhtémoc se escucha una canción clásica del añejísimo siglo XX: Neon Lights de Kraftwerk, proverbial expresión de los páramos citadinos del futuro. Sube al tren, se recarga en las puertas corredizas, mira, observa, busca la señal de Ondas Cerebrales (OC). Camina entre los pasajeros abstraídos en los paraísos virtuales ofrecidos por la tecnología. El radar marca cada vez más cercanas las señales de ambos individuos: Kosmofly y Kometen. De pronto las miradas se funden: la cacería ha comenzado.

Los fugitivos prenden sus jets y pasan a una velocidad apoteósica entre los cuerpos y cabezas de los ciudadanos mexicanos. Algunas veces chocan y reciben insultos o empujones. Por su parte, el detective Danieri grita entre los usuarios: “guarden la calma, misión de la Policía del Pensamiento”. Entre las miradas de reprobación los fugitivos llegan al vagón de control. Están cercanos a llegar a Observatorio, lugar en el que podrán montar el águila mecánica rumbo a Aldebarán o Vega —estrellas fuera de la jurisdicción de Danieri.

En la oscuridad del vagón principal su ropa de led brilla con más intensidad. Los golpes al conductor son lo suficientemente fuertes como para tenderlo en el piso inconsciente. Danieri se mira venir a través de la pequeña puerta divisoria. Kometen atranca la puerta y Kosmofly navega la nave a través del hoyo de gusano. Por fin han alcanzado Observatorio: brincan aún con los jets encendidos y a gran velocidad alcanzan a entrar en una de las águilas metálicas; Danieri ha fracasado (los sospechosos se caracterizan por saber manejar de maravilla los jets a propulsión) y, con la mirada clavada en el rostro de los fugitivos, mira partir el águila mecánica a la velocidad de la luz. Aldebarán se encuentra fuera de su jurisdicción: sólo queda hacer un reporte a la estrella de la galaxia Tauro.

martes, 30 de noviembre de 2010

Cinco canciones de amor y un universo paralelo III

I Saw Her Standing There…

Por Diego Bang Bang

Las miradas se arrojan subrepticiamente, los ojos se esconden de tanto en tanto, ese brillo acuoso de tus pozos oculares reclama mi atención. El trayecto de tus movimientos en aquel cuarto es un ejemplo del movimiento azaroso del ser humano; vienes y vas sin reparar en las estaciones intermedias. Pero nunca en la misma ruta de mis movimientos azarosos. Esa sonrisa… se transmuta en una joya sin escaparate; yo ,simplemente, el admirador de aquella artesanía natural. Y si existiera la posibilidad, la ínfima posibilidad, de que los rabillos de tus ojos me miraran por convicción, que tu caminar evanescente me llamara a desaparecer… y si de alguna manera mi necia timidez soltara sus amarras por esta noche. No dejo de mirarte, no dejo de querer conocerte, no dejo de querer tener alguna conexión contigo: de salir corriendo de aquella fiesta, de tomarte de la mano y contarte una historia con cada uno de los trazos de tu palma. Esta primera línea se llama karma amoroso: en algún tiempo fuimos un par de reyes enamorados encorsetados por los usos y costumbres de nuestro tiempo. Esta línea morosa es nuestro encuentro como amantes en tiempos de guerra. En la línea más larga y sinuosa somos un par de estrellas en ignición viajando en órbitas que se unen caprichosamente; es decir, estrellas que se buscan incluso en las galaxias más tempestuosas. Ojalá un hoyo negro nos trague para poder perdernos indefinidamente en un universo paralelo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Otras Mentiras III


Ficcionarte
Por Diego Bang Bang
Es dibujar tu silueta con tinta incolora en un lienzo impreciso en el ínfimo momento de un recuerdo: tus hombros (relieves tímidos), tus manos (pequeños pedazos de tierra lunar), tus piernas (anfibias carreteras) y tus ojos (pozos misteriosos donde yacen las reliquias de Dios).
Ficción es inventarte en el mundo de la Gran Rueda, en la caída y levantamiento del sol, en la marea del alma ulterior, en mi cabeza, en mi corazón, en el éter del espíritu. Es, además, acostarme aquejado de penas en la cresta de luz de las estrellas, mirarme en ellas y sentirme vivo: ese resplandor me recuerda a alguien sentado en el punto contrario de la misma luz.
La Gran Ficción es encontrarte por casualidad, llevarte a un lugar hermoso y susurrarte al oído el capítulo siete de Rayuela aunque tú no seas la Maga y yo no sea Oliveira. Es romper las cadenas del tiempo y el espacio; es decir, encontrarnos por azar aunque el azar sea nuestro peor enemigo con sus trampas de lugares y recuerdos.
La ficción es invectiva. Es un ataque a los sentidos: es sentir lo que nunca se ha sentido, vivir de quimeras famélicas que sólo causan miedo. Es una diatriba a la melancolía: el alma, por momentos, parece acercarse al puerto más fastuoso del universo.
Ficcionarte es no tenerte o sólo tenerte a través del arte. En las canciones (“[…] sin tu voz la noche es aún más negra […]”), en los poemas (“mejor que la oscuridad es la oscuridad de mentira […]”), en las novelas (“[…] y entonces jugamos al cíclope […]”), en las películas (“[…] cada vez que respiras mi corazón danza […]”)… Ficcionarte es no tenerte o tal vez sólo tenerte un momento: el mismo momento que tus ojos se pasean por esta hoja marchita.

sábado, 30 de octubre de 2010

Otras Mentiras II


Zoe (Retrato # 1)
Por Diego Bang Bang
Centro Médico, 13:45 horas. El andén estaba casi vacío. Yo, solo: Adriana no había llegado. Mi espera se había convertido en un verdadero pandemónium. Salí de la estación a encontrar una cabina telefónica. Introdujé mi tarjeta: el saldo era de dos exiguos —suficientes— pesos.
--¿Bueno?
--¿Se encontrará Adriana?—la pregunta incluso pareció providencial.
--¿Quién?
--Adriana
--Aquí no vive, estás equivocado—I might be Wrong, recordé.
El teléfono cayó. ¡Qué extraño, habría marcado mal el número? No podría saberlo, mi tarjeta había muerto en aquella llamada.
De regreso al andén ahí estaba, sonreía mientras me acercaba:
--¡Hola!—en su rostro se dibujó una expresión de sorpresa.
--¿Nos vamos?—pronuncié mientras una efervescente ansiedad crecía.
--Mmmmmmmm… me parece que te equivocas, no nos conocemos—dijo meditabunda.
--Pero, ¿cómo? ¿A poco ya no te acuerdas de mí?
--¿De qué estás hablando?
--Tú siempre de bromista, Adriana.
--¡Estás loco! Yo no me llamo Adriana.
--Entonces, ¿cómo te llamas?
En ese momento llegó el vagón con su ruido distintivo de panal de abejas, de estática citadina. Ella mencionó su nombre y me entregó un papel. Subió y se fue. Extendí el papel y era mi caligrafía y estaba fechado tres días antes (6 de septiembre de 2006). ¡Qué curioso! Aquel día pude ver a Adriana (¿?), pude besarla y contemplarla. El papel decía:
“Sus ojos son indescriptibles cuando miran al vacío. Su rostro ya no lo recuerdo; había hecho una pintura de su cuerpo: la pintura no tenía rostro alguno. Su voz era un quejido en un páramo perdido. Ella es la soledad, ella es la ausencia: su signo es cambiar. Hoy cambié tu nombre por el de Zoe y tu característica es la ausencia. Yo soy Salvador.”
¿Realmente existió Adriana? No lo sé. Sin embargo el papel, el funesto papelito me decía que su nombre verdadero era Zoe y Adriana tan sólo un retrato, un reflejo… Aún así la pregunta más intrigante era la concerniente a mi identidad: ¿Salvador?