Paradigmas literarios II
Por Diego Bang Bang
Nosotros escribimos, pero no crítica literaria. Mucho menos Filosofía. Y muchísimo menos Filosofía Posmoderna. Eso quiere decir que no hacemos reseñas del más reciente libro de Houellebecq, Fernández Mallo o Sergio González Ramírez. No aplicamos Bauman, Jameson ni Foucault a una supuesta Ultracontemporaneidad. Leemos, eso sí, a Canclini y a Klossowski. Y también a Elizondo, pero no pretendemos refrendar ese paradigma. En algún momento, estamos hartos de la Filosofía. De esa escala pueril, en el mundo contemporáneo que no ultracontemporáneo, en el que Filosofía sigue ostentando un nivel más avanzado de episteme. Habermas, Adorno, Luckács incluso Subirats y Echeverría son letras insufladoras del Ego. Ahí van, los veo, con su episteme lleno de florituras posmodernas: así explican a Fresán, a Bellatin igual que a Auster y Palahniuk. Ese "carnet de baile" no se admite en su contexto de escenarios fijos. De un México que no resiste ni el primer asomo de Modernidad y/o Posmodernidad. Y, como todos sus autores prestidigitadores, aparecen la Clínica Foucaultiana, la exégesis Castoridiana y usan términos llenos de prefijos superlativos para "deconstruir" la distopía propia de Kindred Dick o Gibson. Pero más temprano que tarde se descubren en un tercer mundo, sin los escenarios de Baudrillard, sin las quinielas de Vattimo ni mucho menos las interferencias de Porta. Entonces se dan cuenta de lo estéril y pretensioso de "hacer" Filosofía, del Arte, de la Cultura, de la Ciencia. Viven en una atalaya ultracontemporánea, si algo así existe. ¡Saludos, eremitas posmodernos! Se los digo desde el estatuto del saber digital.
