> Arcanum VI: julio 2011

martes, 19 de julio de 2011

Colvin´s Stomp

Colvin´s Stomp

Por Diego Bang Bang

Se me permitirá—espero el hecho indiscutiblemente incorrecto de que uno de los integrantes del trío no cuente esta historia. Sin embargo, la licencia más necesitada de mi parte esta noche es aquella en la que el lector no requiere demasiada información sobre mi persona. Mi cualidad, desde hace varias fiestas, de náufrago me ha hecho perder el registro de algunos datos vitales para el lector comúnaquel que necesita ir en la página cincuenta para hacer una metáfora sobre el título del libro en cuestión. Náufrago de carrera: la estación de aterrizaje de hoy es un concierto de Los Colvins.

Mi estratagema fiestera va de la siguiente manera: un poco de Whisky en las rocas, un poco de vodka en jugo de arándano, previa visita del cartón bajo la lengua, un ipod y una credencial por si el baño está ocupado, las citas de Hornby en un papel de baño por si llegan los intRa, una frase de amor en la bolsa pequeña del pantalón… Las cinco canciones de “esta semana”: 1.-“Paddle Away” de Los Santisimos Snorkels; 2.-“Big Wave Riders” de Los Coronas; 3.-“The Casbah” de Los Straitjackets; 4.-“Mazatlan Stomp” de The Sir Finks; 5.- “Corazon Loco” de Los Twang! Marvels.

Náufrago—decía— intergaláctico de los mil placeres y de los mil plácemes. Me resisto a pensar que lo mejor de la fiesta sucedió en los años ochenta; me resisto, también, a erigirme como la única antena de este naufragio. Los Colvins también son antenas de este cariz.


Así lo siento cada vez que prenden sus amplificadores.

Cada vez que afinan sus instrumentos.

En sus melodías.


Así lo siento ahora en medio de este predio baldío, con Celia dormida en el bombo de la batería.

Así se siente en el cover de “I Wanna Sniff Some Glue”.

En la letra de “Eres una Puta”.


En el cuartel principal de toda esta operaciónsiempre el baño con el destapa caños, los papeles con mierda como reflejo de tu condición, siempre dispuesto a servir de desagüe para tus pensamientos presiento que algo está totalmente mal. Ninguna de las canciones de estos Colvins trata el tema de la muerte. Al menos no directamente. Es raro, muy raro, que mi pensamiento más constante sea ese en este preciso instante.

Alcanzo a ver un par de siluetas ¿alguna canción sobre siluetas burdas? Ella dice algo sobre sexo anal en la bañera y él responde con una carcajada demoniaca. Abro un poco los cristales uniformes de la ventanita. Estoy en busca de un respiradero en medio de este limbo hostil. Repentinamente, tocan el cristal del baño y sólo alcanzo a pronunciar la torpe frase «en un momento».


¿En un momento qué?

Escucho el trepidante sonido de un redoble.

Quizá la muerte.

Cuadros de ciudad.

Crónica de cualquier paseo vespertino.

Por Ladybug.



Nos tomamos de la mano y caminamos fingiendo que somos una pareja más que se encuentra entre la gente, simulamos que no existe nada detrás de ti y que lo único que buscamos es amor. Pero ambos sabemos que eso es tan falso como tu vida; cuando estamos juntos me gusta mirarte, veo en tus ojos cerrados el deseo de un tiempo antiguo del cual no guardo más que recuerdos. Tú no eres un recuerdo (aunque en ocasiones eso desearía), eres el presente, me buscas y yo no soy más que el rostro de un deseo insatisfecho, de verdad ¿crees que llegaremos lejos? A veces, cuando tu lengua me acaricia suavemente y siento la desesperación bajar del cuello a mi pecho, creo que podemos hacerlo, de pronto una niña sonríe y nos juzga, es la sombra de tu presente, que jamás podrá ser pasado.

No hay remedio, estamos jodidos, la mentira y la evasión son la base de nuestros encuentros, nadie más lo sabe y cuando te beso no huelo la culpa; pero no soy yo quien está huyendo, eres tú el que tarde a tarde busca en mí la absolución, el descanso. Tu cuerpo tiembla porque el mío se acerca y lo toca suavemente; el mío sabe que todo placer es pasajero y que ésta no será la excepción, por eso, cuando escucho tu respiración agitada no me gusta pensar en el futuro que probablemente no veré.

Ahora camino a tu lado, te acaricio la mano y finjo que podemos amarnos, pero cómo podremos convertir nuestra historia en eso, sé que el amor es una nube, todo es confuso y pocas veces se puede saber cuándo ha dejado de ser sólo algo nuevo. En realidad no se sabe, sólo nos empeñamos en que la sinapsis de las neuronas diga que te quiero…camino a tu lado y toco tu mano cálida, dejo de pensar por qué estoy aquí y me convenzo de que no siempre el futuro estará atado al pasado, olvido las reglas y decido que este ardoroso beso sea lo único que tenga relevancia en este sinsentido que, de cualquier manera, está lleno de mentiras, una más no puede condenarnos, simplemente nos mantiene al borde.

lunes, 4 de julio de 2011

Barranca (La sempiterna)


Barranca (La sempiterna)

Por Diego Bang Bang

Los chamanes también se cuelgan guitarras. Éste en especial era uno muy mexicano: más cercano a María Sabina y Don Juan que de Timothy Leary o Hoffman. La primera canción, pequeño, que escuché de él fue Por donde pasas. Su voz se alzaba y se estiraba por toda mi cabeza; la letra, simplemente, una oda a la mujer venenosa. En esa canción comprendí del “veneno que trastorna con dulzura.”

Una tarde me decidí a comprarme el Tempestad por una reseña en la parte central de La Mosca. Era un verano lluvioso de pláticas en mi cuarto con Adrián, mi mejor amigo. ¿Recuerdas, Manuel, la primera vez que fuimos al Museo de Antropología? ¿Recuerdas ese escalofrío que me contaste después de mirar el calendario? Esa misma sensación sentí al ver la portada de ese disco. En los trazos de aquellos dibujos se encontraba ese mismo pensamiento, ese mismo sentir mexicano. De inmediato Día Negro se convirtió en una de mis canciones favoritas: la pesadumbre que recorre toda esa pieza va muy bien con nuestra ciudad. Ese mismo fin de semana decidimos, Adrián y yo, conseguir todas las grabaciones de ellos, de los iniciados.

Y luego, flaquito, vino el amor. Una noche, después de medio ácido, colocamos aquella grabación en la grabadora de mi cuarto. Nos acostamos en forma de Ying-Yang. Con sus pies, Aracely mi primera novia, comenzó a acariciar mi pecho. Después, en la pequeña grabadora que tiramos hace apenas un mes, comenzó a sonar El Velo. Ese día me enamoré por primera vez, envuelto en el líquido amniótico musical de La Barranca.

Desgraciadamente, también llegó el desamor. Ese llegó dos lluviosos veranos después. En ese tiempo salía mucho con mi amigo Alan. Y entre fiesta y fiesta, la cruda y su cura en La Barranca. En especial una canción, Manuel. Al final de la playa… Rara vez la tocaban en sus conciertos. Supongo que era así por la tortuosa sensación que transmite. Ese mismo verano consumí por primera vez peyote: en aquel éxtasis fabuloso comprendí el último verso de esa canción: “tal vez el mar devuelva un poco, al final de la playa…”

Fui en busca de la playa, del mar. Montados en una camioneta rentada, nos largamos para el sur. A Cancún, a Playa del Carmen, a Pamul y a Akumal. Misteriosamente, hijo, un domingo antes de mi partida conseguí El Fuego de la Noche, el primer larga duración. La canción número cuatro se llamaba Akumal. Sentado en aquel paraíso, con el atardecer aperlado frente a mis ojos, el mar me devolvía un poco de esperanza al final de la playa. La esperanza de volver a enamorarme.

Conocí, entonces, a Yari-Yarie aka Clementine aka Yariska aka tu madre. Sin estar exentos de conflicto, lo nuestro reptó y trepó a la cima del enamoramiento. Recuerdo muy bien el día que nos enamoramos. Ese día estuvimos juntos todo el día. Nos acostamos cerca de dos horas afuera del Cinemark del CNA. Hablamos de muchas cosas, sobretodo recuerdo nuestra plática acerca de la fotografía. También recuerdo nuestra platica sobre los hijos y sobre la tesis fundamental de Helen Fisher: «la única razón para que un hombre y una mujer se enamoren es porque tienen la necesidad de perpetuar a su especie.»

Y también recuerdo, pequeño Manuel, el día en que Yari-Yarie me hizo saber de tu venida:

La guitarra era como una extremidad más de su cuerpo, de verdad que sí lo era. Era una Fender blanca, muy bonita. Él, José Manuel Aguilera, vestía una camisa morada con figuras romboide, un elegante saco verde oscuro, un pantalón oscuro también y unos zapatos color café. Acompañado de otros tres caballeros, nuestro chamán rasgaba lentamente la primera cuerda de su guitarra. Así pasó durante cerca de tres minutos. Yari-Yarie, tu madre, estaba en frente de mí. Yo la sostenía de su vientre. Después del segundo verso de la primera canción (“No sé si fuiste sueño tú o sueño es lo que vivo todo el tiempo”), con la emoción a flor de piel, Yari-Yarie (tu madre) giró su cabeza hasta mi oído derecho y pronunció las siguientes palabras: “Mi amor, estoy embarazada”.