Por Diego Bang Bang
Theatertape
De lunes a domingo las 24 horas del día.
Aquí estoy de nuevo frente a la cascada interna de imágenes:
sueños, recuerdos y quimeras. Comencemos, pues, de atrás hacia delante.
Quimeras
He comenzado a pensar en la memoria como en un teatro. Ahí
están los espectadores (amigos, conocidos y desconocidos) a la espera de alguna
historia. En lo más profundo, nosotros (los encargados del teatro) sabemos que
ellos esperan historias tristes. Aunque ellos no lo sepan o tal vez sí, Shakespeare sabrá. Quieren, en todo caso, que les
hablemos de la muerte, de la soledad y de las miserias del corazón.
Ahí están sentados, perenemente. Espectadores expectantes. A
la espera de un primer movimiento: a lo mejor un pequeño punto rojo en medio de
la oscuridad. Un punto que comience a dibujar galaxias lejanas o microsistemas unicelulares. O, como en este caso, un punto rojo a manera de herida. Una
herida que antes de dibujarse en el escenario debió tener vida orgánica
saludable. Una vida alimentada por quimeras.
Las quimeras son entes por antonomasia de ciencia
ficción. Son entes que existen en el futuro. No hay quimeras sin futuro, aunque
claro que hay futuro sin quimeras. Son diapositivas animadas proyectadas en el telón
blanco de la memoria. Así comienza, después de este innecesario proemio, esta
pieza teatral.
Diapositiva escénica # 1
Febrero de 2015. Recién pasado tu cumpleaños, decido
declararte que estoy profundamente enamorado de ti. Ha sido un largo proceso,
al menos dos años medio, pero por fin estamos en ese punto de ignición. También
es el momento preciso para declararte mi estrategia primigenia: acercarme a ti
poco a poco, sigilosamente. Tu edad y tu recién desencanto por la relaciones de
pareja así me lo indican. Aunque era más joven, te digo, traté de ponerme en el momento
de tu vida, en el zeitgeist particular y subjetivo de tu existencia. No me
gustaste desde el principio, fue algo que sucedió in crescendo. Terminaste por
volverte la punta del iceberg, es grato decirlo. No había conocido mujer como
tú, aunque suene a la balada barata.
En esta última frase se oscurece la proyección. Se escucha,
entonces, el respirar y el acomodo de los asistentes en las butacas. Se escucha
un carrete corriendo. Entonces comienza la segunda diapositiva.
Diapositiva escénica # 2
Marzo de 2014. Una voz se escucha en todos los rincones del
foro. “La siguiente dramatización es una mezcla entre recuerdo y quimera”.
Salgo entonces desnudo. En una actuación grado cero. Las bolitas cancerígenas
de mi pecho están rodeadas con círculos rojos. En la densa oscuridad del otro
lado de la cuarta pared vislumbro los ojos amarillos de los eternos
espectadores. Después de un par de movimientos trémulos en las manos comienzo:
-
Admito que fui pusilánime. Después de darle muchas vueltas al asunto, me di
cuenta que había dado muchos pretextos baratos para no besarla. Era el momento
perfecto. Sin embargo, no lo hice. Confié en el devenir del tiempo y en la
inevitabilidad de nuestra aventura amorosa. Seguí la táctica de la desaparición
amorosa: las ausencias son infalibles para conquistar a una mujer. Me
equivoqué. Aquel día antes de ir al concierto, debí haberla besado. Y haberle
dicho cuánto me gustaba. No por regodeo subjetivo, sino en honor de la belleza.
Lo más curioso es que he llegado al extremo de imaginar la mejor manera en que
pude haberlo hecho. Con frases del tipo: “voy a apostar a tu imperfección,
porque si llegaras a hacerme caso eso sería la prueba más fehaciente de ella”.
O citar la frase más directa y concisa de “El encanto del erizo”. Aquella en la
que los personajes saben que pueden ser lo que quieran: amigos o amantes.
Aunque le hubiera dicho que me inclinaba por la segunda opción. Por eso les
digo que esto es recuerdo y también quimera. Después de estas frases, siempre
en mi mente, terminábamos abrazados en un beso y con las miradas fundidas en un
solo azar. No fue así y ahora me arrepiento.
Oscuridad nuevamente. Comienza “Videotape” de Radiohead. 4 minutos
39 segundos no son nada en este foro. Este teatro es eterno. Aquí nadie lleva
prisa y todos tienen tiempo para asomarse a la ventana del mundo. De par en
par, los ojos de los espectadores expectantes se van cerrando para sumergirse
en las notas del piano y la voz de Yorke. El nombre de la obra hace sentido en
ese preciso instante. “Theatertape”. La devastación interior de un hombre
común. Pusilánime y acostumbrado a las desgracias. Alguien que piensa que las
palabras vida y sufrimiento son vicarias. Estos espectadores en eso son los
mejores. Son amantes de historias trágicas. Por eso vienen a este teatro y
no otro.
Diapositiva escénica # 3
Junio de 1998. Tengo 11 años y tu 15. Como cada tarde nos
reunimos en la casa abandonada de la colonia. No obstante la frente sudorosa
debido al fútbol, no te causo asco. Llegas a tiempo con un libro infantil
maravilloso. Es un libro ilustrado de mitología griega. Todas las
tardes me lees un capítulo. Recuerdo fotográficamente el día en que me leíste el
mito de Orfeo. A decir verdad, no entendía bien por qué el personaje no podía
voltear a ver a su amada. En aquel tiempo me fascinaba más la idea de descender al infierno. Con
todos esos monstruos y llamas.
Estas palabras se acompañan de un acto de teatro de sombras.
Las sombras nos cuentan ese amor inefable entre Orfeo y Eurídice. Un amor como
ninguno y como todos: devastador. Entonces, el Diablo rapta a la amada de
Orfeo. Es un teatro infantil hermoso. La ingenuidad del enamorado es la que
resalta en este acto. Su torpeza para bajar al inframundo y su vileza al tener
esperanza. Mientras deambula por los páramos siniestros del infierno, Orfeo
sigue creyendo en la promesa diabólica que le da esperanza. Cree que algún día podrá
vivir en armonía. Finalmente, voltea. La verdad toma forma frente a sus ojos:
Eurídice nunca será suya. Están destinados a vivir en el exilio mutuo. Mientras
de fondo reverbera un sonido de cataclismo; Orfeo comienza a quemarse en mitad
del escenario. Se vuelve cenizas. Aún así, la parte más irreal y fantástica ha
quedado para la posteridad. Por eso seguimos teniendo esperanza, por eso
seguimos viviendo en el infierno amoroso.