> Arcanum VI: septiembre 2010

jueves, 30 de septiembre de 2010

Cinco canciones de amor y un universo paralelo

Do Me a Favour…

Por Diego Bang Bang

El carro avanza colina abajo… Su semblante serio lo dice todo: enfurecida, enrarecida por las miles de contraindicaciones de la botellita de A.M.O.R. que olvidó leer. No sólo son los celos y, por extensión, la posesión lo que la prosterna vulnerable a la voluntad de un espécimen masculino. Es, sobre todo, la sensación de inseguridad que la idea de que algún día Lucio se marche le propina…Es ella (“La hermosa Ariadna” como Lucio la llama) buscando entre las cosas intimas de él arrobada por un envite incontenible de furia (Curiosity becomes a heavy load)… Es la furibunda Ariadna desquiciada en la cama de un hotel bajo los efectos del alcohol: la misma que reclamaba un poco más por la presencia de él en los momentos importantes para ella. Es ese semblante que la hace cargar una expresión pétrea en su rostro; reclamando sin reclamar.

Lucio mira sin mirar las piedras sobre la carretera serpenteada alrededor de la colina. Mira, a intervalos, de reojo a su amada Ariadna mientras en su estómago se postra un vacío inconmensurable causado por la culpa, la estulticia y la ansiedad. Se dice a sí mismo: “Esto está por terminar”. Una mariposa herida de muerte ronda su cabeza: ese hermoso insecto herido es su relación apedreada por las infidelidades a priori y a posteriori. Mientras las nubes descienden para desahogarse, Lucio se da cuenta que su relación ya no reclama dirección alguna: llego el momento de la imposibilidad, llego el momento del encierro en el cuarto con cuchillas, llego el impasse del corazón.

Y, entonces, Lucio pronuncia: “¿por qué hemos dejado de amarnos? ¿por qué, a veces, no quisiera ni voltear a verte? Ariadna, te amo pero no puedo seguir contigo.” Ariadna, con los ojos inyectados de odio, pide a Lucio que detenga el carro. El auto se detiene escurriendo gotas por todas sus partes. En un movimiento impulsivo, Ariadna embiste la puerta, baja del auto y le pide que siga su camino. Por fin dice: “Un final es un final incluso en la mitad de la carretera, incluso en la mitad de la noche, incluso en la mitad de la vida.”

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Anagrama

Anagrama

Sonny DeLorean



Hastiado por el atisbo de la continuidad deambulan mis ojos de paso en paso: izquierda-derecha o derecha-izquierda, marcha inherente a la costumbre para no desentonar; por qué no puede ser un izquierda-salto-derecha o rengueo derecha-salto como en el juego de la Rayuela. Al parecer todas las direcciones inciertas son las mismas, será que todo parte del mundo contiguo, de la obviedad.



Horizonte lánguido y enfermizo que postra mis dudas en una peripecia de disturbios e invenciones. Fugazmente la jaula de la monotonía se rompe (no la veo venir), granada que provoca el aislamiento general. No se si sufro de una Sinestesia que truja mis sentidos o una Anamotopeya que ahoga toda recreación en el sollozo y el suspiro, percepción jamás oída, pero escucho tus figuras visuales en ricas ágatas que encrespan la discontinua realidad. Mitocondrias en las arterias de la ciudad que reverberan en un splash de concreto.



De aquí para allá, vidas translucidas que se pierden para luego ser reanimadas. Y ahí están, parece que sólo mojan y molestan. La verdad nadie lo ha notado, esta caravana pluvial “brillan como perlas de colores”, desafiantes y endebles, preñadas del elemento vital, estoicas cristalinas que avasallan y atraviesan a Tepeu, dios maya del cielo, guerreros que destilan en el sacrificio de la pleitesía para prosternase ante la diáfana princesa.



Te han elegido a ti: soberana que no ornamenta su belleza natural. Multitud de senderos abren paso al fluir de la demencia, tatuajes que incrustan fragancias seculares en la cartografía de tu cuerpo. Minuciosas en su andar, gotas gitanas que danzan en rituales macabros para crear grecas ínfimas; gotas embriagadas que vacilan en formas deliberadas para perderse en las oquedades de tu anatomía; gotas suicidas que desprenden de los peñascos de tu rostro como estalactitas perecederas; gotas amantes que lamen el néctar salado de tu piel. Vidas y más vidas reviven en ti. Eres el prefijo y sufijo de su ritual, de su verdad.



No es fácil distinguir el derroche de las elegidas, hay tan pocas y, tal vez, indefinibles. Pero estas mitocondrias menguan a la eternidad y se definen así mismas en creaciones literarias: sobrehumanas, humanas e inhumanas. Definitivamente sólo las humanas recrean esa Anamatopeya, son ellas las que se desviven en vida. Las otras son perfectas y ordinarias, nunca saben divertirse; y las otras, sólo mojan en seco.



Es así como se embellece la cotidianidad, con un andar ocasional en una noche lluviosa y una verdad que espera ser descifrada. Es tan ordinario para Julio Denis entrar en este juego: “…, me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar de nuevo”.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Tristeza en los Senderos III


Tristeza Urobórica

Por Diego Bang Bang

En los reflejos malvados del agua estancada se encuentra tu recuerdo, vibra con el más mínimo golpe de mi suela sobre el piso. Y aunque el airecito nocturno no cala demasiado la verdad es que las esquinas de esta ciudad son tentáculos de un diabólico ente nocturno… Me atrapa, me desgarra, mi amor. Mi cuerpo tiembla al exhalar las partículas [al(quitranosas)coholicas] de la noche amistosa: a cada paso en línea recta responde el avance de unas luces corruptas. Se acercan, las luces y tu recuerdo, mientras la serpentina de mi espíritu desciende cual espiral melódico de Gibson. La malvada noche se presta para el ultraje, mi amor: ¿a honor de quién recibirás ahora el ultraje de la pasión? Una cosa es cierta… esta noche no gozarás con el pordiosero ultrajado (en este momento) por un trío de policías. ¿Y las monedas perdidas del amor? En los bolsillos de las marionetas del sistema, por favor no hay que buscarlas, no hay que escarbar en el cuerno de la abundancia: porque, es cierto, el amor se ha disipado. A ratos (esta noche) me gustaría hundir el rostro en ese reflejo tuyo, en ese reflejo asistencial, en ese reflejo tuyo estancado en el pavimento. Habrá que increpar a las banquetas: ¿por qué tanto abuso de poder y tan poca conciencia? ¿Por qué tanta tristeza y tan poco consuelo? ¿Por qué tanta pregunta y tan poca certeza? Quizá sea simplemente por el ouroboros de la corrupción, por el ouroboros de la tristeza, por el ouroboros de la misma existencia, mi amor.