> Arcanum VI: mayo 2014

viernes, 30 de mayo de 2014

Do the Blues

Por Diego Bang Bang

11) Slide: la melodía se mueve en tus hermosas pestañas, mi little blues. La melodía se ladea con cadencia en tus caderas y desaparece justo en el calor de tu entrepierna. La melodía se panea en el brillo aperlado de tus ojos. La melodía zigzaguea en la juntura de tus senos. La melodía busca algún rincón para anidarse en tu ronco pecho. Brilla, también, en tus dientes recién descubiertos. Respira en cada uno de tus poros. Es la eléctrica melodía del blues: aquella que nos hace buscarnos por las manos y desaparecer en la fugacidad de muchos besos. 

12) Rasgueo: un día amanecí con el ritmo de tu canción. La noche anterior, la noche interminable, había soñado que mis dedos oprimían las cuerdas de la maldición. La síncopa resultante era el ritmo de nuestra canción. El ritmo era embelesador y tenía un sabor muy particular: una especie de traición. Cada vez que la tocaba sentía un abismo muy particular. Maldición delectable que reptaba por las huellas dactilares hasta la médula espinal. Y otra vez: mi, re, do… ¡Maldición con sabor a traición! Justo como se habrían sentido los primeros blancos al apropiarse de la maldición blues de los negros algodoneros. Y te decía que amanecí con esa maldición heredada de un sueño. Y te decía que entonces salí a buscarte porque más valía estar maldito y traicionar que no estar contigo. Y te decía que varios años más tarde te habría de encontrar para vivir contigo el ritmo de nuestra canción, para vivir contigo nuestro abismo muy particular.

13) Nota: ¿te imaginas cómo fue el primer sonido del universo? Un do tocado por la plumilla de dios y convertida en muletilla por sus ejércitos musicales. La doctrina dogmática de la creación. Pero un día las cosas salieron mal, porque toda aquella luz convertida en sonido se volvió oscuridad. Un ángel rebelde que espetó el re de vuelta. La contrahistoria, la otra visión, la nota en oposición… Después nosotros, mi little blues. La tercera nota.

14) Robert Johnson, Son House, John Lee Hooker, Muddy Waters, Willie Dixon, John Mayall, Eric Clapton, The Rolling Stones, Sony Boy Williamson II, B.B. King, Howlin´ Wolf, T-Bone Walker, Jimmy Page, Alvin Lee, Ry Cooder, Dan Auerbach, Jack White III, Benjamin Booker... Since i found you, mi little blues.

15) Estoy aquí, dije, con los perros blueseros y aquí me voy a quedar.

domingo, 11 de mayo de 2014

Re Verb The/De Blues

Por Diego Bang Bang

6) Pero claro nuestro blues tuvo algún preámbulo: fuimos rasgadura de cuerdas. Fuimos espíritu en descampado y también almas en pena. Fuimos esclavitud sureña y herederos del hijo de casa (Son House) o la casa del hijo maldito –Gypsy Woman told me so. Y así tenía que ser porque nuestro lamento bluesero comenzó con nuestras penas. Fuimos, en primerísimo lugar, pequeñas tragedias.

7) Comencemos con el verbo, entonces. Bluesear. ¿Cuántas veces lo ejercimos? Lo vivimos. Solitarios entre tanta gente que no bluseaba; solitarios entre tanta gente que no ejercía su potestad de vivir en la tristeza. Acodado en algún puente de Canciones Tristes, esperaba a la blue woman autóctona de Villa de la Tristeza. A veces la dibujaba en mis cuadernos de falso estudiante; a veces podía presentir su forma en los agujeros indolentes del asfalto.

8) Be kind, mi little blues, & reverb: filamento de paja o la paja vacía. Así te sentías, no obstante tu corazón lleno de amor. Buscabas al forastero de los besos de ginebra, justo como Boxcar Bertha. Y tus trenes metafísicos se perdían por los vericuetos del desamor... otra vez. Y otra vez y otra vez. No obstante, el rumor lejano del forastero. A veces parecía que te acercabas; a veces, simplemente el rumor se volvía viento. Y ahí estabas, otra vez, en la casa embrujada.

9) “¿Cuántos blueses antes de volverme agua?”, me preguntaba mientras miraba mi forastera sombra. Por momentos, a lo lejos, podía lograr percibir algún tren. Corría y no paraba de correr para tratar de conocer su destino. Mi urgencia era llegar a Villa de la Tristeza. Muchas veces había soñado con dejar Canciones Tristes, pero simplemente no lo hacía. En el ínterin de la indecisión, soñaba con volverme agua. Agua caudalosa de río. Pensaba que así podría llegar más rápido a Villa de la Tristeza. Sigo pensando que sería la forma más sencilla... Mientras eso sucede, tendré que seguir corriendo para alcanzar alguno de esos trenes. ¿Metafísicos?

10) Los negros llegaron desnudos pero no solos. Una cauda de espíritus los acompañaba en su periplo trasatlántico. Estos espíritus los impelieron a fundar dos comunidades marginales: Canciones Tristes y Villa de la Tristeza. Por un tiempo, ambas comunidades gozaron de gran comunicación. Sin embargo, varios cataclismos los separaron. Según los espíritus, en sus lamentos mitológicos, estas comunidades se volverán a unir como en tiempos pasados. Esto pasará cuando un forastero de Canciones Tristes se enamore de la blue woman –autóctona de Villa de la Tristeza– que sueña con trenes metafísicos.

sábado, 3 de mayo de 2014

Mi blues en mí menor

Por Diego Bang Bang

1) Al final fue el blues, esa rasgadura placentera, lo que nos encontró. O tal vez nosotros lo encontramos sin darnos cuenta. En todo caso, ahí estaba: en cualquier póster de cualquier acera de alguna pared. O tal vez en las pérfidas cervezas, también placenteras, que habíamos de derramar en los labios. Porque lo nuestro no fueron cosas melífluas ni adoquinadas. No lo sé, no lo sé: presiento que fue algo más. ¿Se les llama corazonadas? Tal vez certezas.

2) Quizá las mariposas no se permitan en esto del blues. No recuerdo a ningún bluesero coquetear con las mariposas. Y es que todo en el blues es campos de algodón, espinas en el corazón y tristeza… mucha tristeza. El merodeo de los lobos y el canto de las hienas, pero nunca el revoloteo de las mariposas. No obstante, mi blues, cuando comenzamos con nuestro pequeño enamoramiento todo era mariposas. O, más exactamente, sombras de mariposas. Algo oscuro debía de tener, ¿o no? Y entonces cerraba los ojos y veía esas sombras coleópteras revolotear como en un grabado hermoso. ¿José Guadalupe Posada alguna vez grabó mariposas? No lo sé, no lo sé: en algún rincón de mi memoria sí que lo hizo.

3) ¿Sería perogrullo bluesero decirte que me causas mucha tristeza? Me dueles cada arpegio, cada acorde; incluso cada nota. Me dueles en esos ojos claros de gitana y en esos labios inmensos de avenida. Me dueles y pienso el porqué de esta tristeza y el porqué de su conjugación en tiempo presente. A veces, mi blues, tengo la sensación de que el dolor es una cuestión humana irrecusablemente presente y presencial. Un gemido de armónica presente y presencial en la sinfonía caótica del día a día.

4) Al escribir este texto, mi hermoso blues, tengo la sensación de vivir un infinito déjà vu. Una muletilla infinita y en la vorágine repetitiva estás tú. Estás ahí a la orilla de algún libro de Dylan, tan callada y blanca como el papel. Estás ahí en lo más profundo de la herida que horadas con ceniza. Estás ahí desnuda en los sentimientos y vertida sobre ti misma. No hablas, pero tampoco callas aunque estés callada. Y entonces el déjà vu también es paradoja y la paradoja es hermosa porque no es presente ni pasado. El déjà vu eres tú en lo más hondo de la herida. Un hermoso blues en mí, menor.

5) ¿Fuimos blues, mi blues? ¿Con cada beso se llenaba nuestra Copa de la Tristeza? ¿Fuimos campo de algodón, espinas en el corazón? ¿Fuimos el aullido de los lobos y el canto de las hienas? Y nuestras sombras, ¿sombras de mariposas? Ruego a Robert Johnson no haber sido melodía bendita. Doy gracias por haber nacido bajo la maldición del blues, de nuestro blues