> Arcanum VI: octubre 2011

domingo, 30 de octubre de 2011

Granada-de-fragmentación, presenta:

Semiosis infinita[1]

por radiAn Luna

La realidad es un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidAd de un sueño de La realidad de un sueño de La realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidAd de un sueño de La realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño de la realidad de un sueño



[1] Esta es la versión corregida y aumentada del ya entrañable mantra de inspiración baudrillardiana. Para más detalles lea el texto bajo el influjo de la sustancia de su elección.

viernes, 28 de octubre de 2011

Destruir los puentes

Destruir los puentes

Diego Bang Bang

Nunca te lo dije. Esa es la verdad. Siempre me gustó pensar que nos movíamos en la intempestiva adrenalina de un puente muy flojo. Un puente que tambaleaba cuando yo caminaba hacia ti o viceversa. Un puente de marras débiles. Un puente con un pantano debajo. Un puente de madera carcomida. Los besos eran placebos. Nos hacían olvidar el puente, pero el puente era movedizo. Por eso la sensación de caída cada vez que nos comíamos con la mirada o la boca. Por eso la sensación de liviandad.

Y cuando cambiamos de puente, no fue por un puente seguro. Fue un puente de rabia, de casa embrujada. Yo como príncipe desvalido y tú como hada maltrecha. Nos mudamos al puente de los horrores. Porque ese puente también era oscilante. Y cuando pensábamos y mirábamos el otro puente, a lo lejos, parecía un puente tan peligroso e inseguro. Sin embargo, este puente era igual de peligroso. Por eso te dije: “Por favor, no te muevas. El puente se puede caer”. No me hiciste caso y tuvimos que cambiar de puente.

Este puente era más seguro. Más aburrido. Más calmado y más egoísta. Por eso comencé a leer manuales para destruir puentes. Por eso conseguí un poco de glicerina y parafina. Por eso te dije que jugaramos a Burroughs-Vollmer. Por eso te tapé los ojos con una venda y puse un vaso en tu cabeza. Bang. Bang. Y, por eso, después de destrozar el vaso de nuestro amor, te dije que escucharas la sinfonía. Y por eso te agarré de la mano mientras caíamos. Y por eso te dije: “Ojalá disfrutes el éter, mi amor”.

miércoles, 26 de octubre de 2011

#FF Fadanelli´s Fault or Fucking Faggot



#FF Fadanelli´s Fault or Fucking Faggot
Por Diego Bang Bang
Narimi caminaba por Las Escaleras vestida con una pequeña falda (calzoncitos rosas incluidos) y una blusa top extremadamente excitante. Sus ojos rasgados, su pequeña nariz de huele-pene, sus grandes dientes de muerde-escroto y sus largas piernas pornográficas. Así caminaba. Así movía su culito fornido oriental en aquel hoyo del centro de la Ciudad de México.
Los IntRas hablábamos de muchas cosas esa tarde. Intentaré enumerarlas sin un orden jerarquico.1)La guerra que se libra a partir del concepto de Inteligencia Colectiva en la plataforma de Internet.2) El texto de Bolaño acerca de Philip K. Dick.3)La teoría del lector de Rodrigo Fresán en su novela La Velocidad de las Cosas.4)El texto de Bolaño en el que cuenta las conversaciones que sostuvo en Barcelona con Fresán.5)El lugar en el que vivía Nicanor Parra, entre las montañas y el desierto.6)De la declinación del amor como la declinación de la existencia propia.7)De la escena No New York! A la que pertenecían nuestros queridos The Feelies.8)El posmodernismo exacerbado de Carrión en su novela Los Muertos y su pretensión de crear conceptos rimbombantes.9)De la mejor canción de los Fleet Foxes que se llama Blue Ridge Mountains y como algún día acompañó una ingesta de cocaína.10)Las piernas de bailarina de Narimi.
Sus piernas. Acompañadas de unos calcetines infantiles, tan inocentes como excitantes. Sus piernas. Acompañadas de una cerveza que se pegaba a sus pequeñas chichis de anime creado por Rumiko Takahashi. Sus piernas. Recargadas a la mesa de madera roída en la que nos encontrábamos. Sus piernas. Que todos agarraban cuando se acercaban para hablar con ella, sin que ella les entendiera del todo.
Por alguna estupenda razón, Narimi decidió escogernos como sus confidentes aquella tarde. Comenzó a contarnos detalles de vida. Su llegada a México en la gira de una banda de Surf oriental y su consecuente enamoramiento de uno de los miembros de Los Bajones Electricos. Razón por la cual Narimi decidió, en aquel año de 2005, quedarse a vivir con el bajista de aquella banda de Surf Garagero. Su experiencia fue terrible. David, miembro fundador de Los Bajones, la dejo y ella tuvo que buscarse una vida en la Ciudad especializada en no tener datos exactos ni callejones del todo inseguros.
Después de un rato de plática introductoria, Narimi nos confesó que su propósito esa noche era coger. En el acto posó sendas manos en sendos huevos InTrarrealistas. Nuestra respuesta fue comenzar a besarla en medio de toda le podredumbre humana reunida en aquel lugar.
Después de un rato de nefastas caricias (sabor a alcohol y vagina humedecida), decidimos dirigirnos a una conferencia organizada por los Poetas Posmodernos (PoPo). En el lugar se respiraba una atmósfera bohemia grandilocuente. Nosotros estábamos ahí un tanto por el sentido de confrontación de nuestra madre literatura, un tanto por no tener otro sitio al que pudiéramos ir.
Antes de que comenzara la entronizada charla, decidimos inhalar cocaína en el baño del Vuela Vuela Bar. Los tres nos encerramos sigilosamente en el pequeño baño. Vertimos el polvo en la tapa del sistema de bombeo. Narimi inhaló primero mientras nosotros mirábamos su delicioso culo. Después fue nuestro turno. De inmediato comenzó esa sensación de euforia. Narimi, ávida de sexo, nos planteo la posibilidad de hacer un trío. Nos dijo, también, que si nunca nos habían metido el dedo por ano. Que era su especialidad. Repentinamente, tocaron férreamente la puerta. Salimos. Después de que presentaron al entronizado ponente, Guillermo Fadanelli, como abanderado de un tipo de literatura degradada no pude hacer otra cosa que pensar en la sensación de ser penetrado por el sistema comercial. De tener el dedo de las ventas hasta dentro de tu recto. Ser un marica de la literatura. Un penetrado más. Casi al mismo tiempo, no pude hacer otra cosa que contemplar seriamente la posibilidad de dejarme penetrar por el dedo de Narimi. Después de todo, si no lo hiciera ella, la oriental más desquiciada y sexy, lo haría en algún momento ese sistema. No parecía tan mala idea. Fadanelli se miraba bien, con su gorrita de siempre, sentado sobre el gran dedo del encumbramiento literario.

jueves, 20 de octubre de 2011

Después de la inundación

Después de la inundación

Por Diego Bang Bang

Abrí un ojo y vi mi vaso con un poco de cerveza. Abrí el otro y me di cuenta que el cuarto daba vueltas. De pie, noté que uno de mis calcetines no se encontraba en su lugar. No era lo único fuera de lugar, mi voz tampoco sonaba como de costumbre. Por supuesto, los latidos de mi corazón parecían los de alguien más.

Dormir en sillón ajeno se había vuelto una costumbre. La mayoría de las veces, despertaba en la madrugada. Los ojos fundidos con la penumbra servían para plantearse diversas preguntas. A veces sólo recordaba alguna frase o la melodía de alguna canción. A veces, también, extrañaba a alguien.

De regreso, lo normal era seguir con la novela en turno. Salir de aquella casa y prender el último cigarro. De vez en cuando, lo normal era llamar a alguien y concertar una cita. Alguna caminata por el centro de la Ciudad o alguna visita a un amigo en común.

Sin embargo, esa mañana no tenía horizonte alguno. Vagos recuerdos de la noche anterior se paseaban en mi cabeza. Miraba mis manos y un asco terrible me inundaba. La boca la sentía reseca y de mi nariz fluía una viscosidad molesta. Mi corazón cada vez parecía más ajeno.

Coloqué mis zapatos sin buscar el calcetín fugitivo. Salí a la calle y me mezclé con los transeúntes. Otra vez me sentía fuera de lugar: ellos camino a trabajar y yo con ganas de morir de sueño en cualquier banca. En el Metro la cosa fue peor.

Mi aliento me molestaba. Mis ojos se pegaban. Y aunque recordaba la metáfora de Charlie Parker acerca del tiempo en el Metro, mi cabeza era incapaz de sublimarla. Mis manos comenzaron a temblar y la luz blancuzca del tren formó pequeñas bolitas de luz en mis retinas. Decidí bajar.

La estación era Balderas. Caminé en alguna dirección y llegué a un punto muy transitado. El ajetreo de la gente sacudió mi mirada y mis intestinos. Fuertes arcadas se repitieron mientras trataba de contener el líquido con mis manos. En mis audífonos se escuchó el detonante:

If only I could see, return myself to me
And recognise the poison in my heart
There is no other place, no one else I face
The remedy that will agree with how I feel

Cuando el impulso de las arcadas cesó, me di cuenta de que mi mano derecha reposaba en una figura de color negro alquitranoso. Acomodé mis lentes y di cuenta de que era una estatua en honor a Rockdrigo. No pude hacer otra cosa que sonreír. Había vomitado al pie de la estatua de Rockdrigo. Levanté la mirada y vi que el mundo seguía con su ritmo laboral. En ese momento imaginé a cada una de esas personas como pequeños engranes y a mi vómito como el aceite necesario de aquella máquina.

Miré que era la una de la tarde. Recobré el camino y decidí salir a la calle. En la calle me enfilé a una cantina. Y mientras bebía una cerveza, seguí pensando en la inundación. En la inundación del mundo con parte de mis entrañas. No sé exactamente el porqué, pero me pareció un tanto poético. Finalmente, la resaca estaba perdiendo fuerza y preferí dejar de pensar en aquella estupidez y concentrarme en la bebida.

jueves, 13 de octubre de 2011

Titilar

Por Loocila

Me he estado fijando en la cantidad de cosas que titilan del mundo. Las luces ancianas esperando la muerte, alguna letra de algún anuncio de algún hotel, alguna noche (son interesantes también las nuevas palabras que se forman a raíz de una letra que ya no prende en un anuncio). La luz de cruce de un carro. El corazón titila en materia, las alas de un pájaro al volar. El cielo mismo titila muy lento. Las alas de un pájaro al volar.

Seguramente existe un amanecer y un atardecer cada vez que algo se prende y apaga, pero pasa demasiado rápido ¡¿sabes?!, demasiado.

Seguramente existe un pequeño amanecer cada vez que abrimos los ojos.



domingo, 9 de octubre de 2011

Estrella Itinerante

Estrella Itinerante

Por Diego Bang Bang

Su nombre le parece harto literario porque le recuerda su escrito favorito de José Emilio Pacheco. Su voz le recuerda al desierto. Su mirada, furtiva y huidiza, se mueve a través de su cabeza todo el día. De unos pocos días a la fecha, siempre se pregunta por su paradero. También se pregunta por el misterio de su larga cabellera.

Sale a la terraza con un vaso de alcohol. Desanuda su corbata y piensa en el complejo del eterno adolescente. Imagina que su corazón es tan frágil como un cisne de pan. Recuerda el único referente directo entre ambos: una canción sobre las estrellas itinerantes.

Y aunque en calma, la nula prosa estelar lo pone ansioso. Más si sus personajes favoritos hablan sobre galaxias lejanas y supernovas de champán. Bebe. Piensa en bajar, sentarse frente a la computadora y recomenzar la historia. Ahora con la mujer del velo natural. Entonces se pregunta si alguna vez la habrán deseado literatura mediante. Vuelve a recordar cuando se conformaba con poder mirarla y desearla en secreto. En deseo silente y rutilante. Su velo natural y su sonrisa espontánea.

Baja, pues, y pasa de largo frente al brillo de la pantalla. En éste se pueden ver pusilánimes párrafos. Cuando regresa y lee de sopetón, se da cuenta que la mujer del velo natural ya se encuentra esbozada. Piensa que podría escribir algo acerca de la inevitabilidad de los personajes, de la velocidad de las cosas como diría Rodrigo Fresán.

Con su vaso lleno de whisky, se da cuenta que si sublima ese velo, a la mujer del velo natural, podría sacarla de su cabeza. Algo como un exorcismo literario. Eso, precisamente, es lo que necesita. No sólo esbozar a la mujer, plasmarla. Para su mala suerte, la vio muy poco tiempo y la fotografía que tiene es una fotografía colectiva. Ella apenas y se alcanza a distinguir y junto a su velo natural una mala iluminación. Y ahora se ha dado cuenta, la mujer del velo natural es una estrella itinerante.