> Arcanum VI: Introducción a la Podredumbre II (Retrete # I)

domingo, 8 de agosto de 2010

Introducción a la Podredumbre II (Retrete # I)


Stuck Inside a Bathroom With The Atajo Blues

Por Diego Bang Bang

Voy a picar una línea en un solo de blues… Este blues no es cualquier blues, no es el blues de los negros esclavos tampoco el blues de José Cruz. Este blues no pretende innovar ni decir ninguna verdad (para eso está el rock progresivo o el art rock); este azul sólo quiere inclinar un poquito el plano existencial hacia la dulce tristeza, hacia la melancólica soledad, hacia la ardorosa podredumbre.

“Todo huele a cocaína” pensó Ismael mientras en sus manos sostenía una diminuta navaja…

Ismael se encontraba en el baño presionando el sangrado que le había causado la excesiva fuerza al inhalar. Frente al lavabo, más allá del pequeño garaje en algún punto del orbe, su corazón seguía latiendo empujado por la fuerza del alcaloide… Sus pequeños ojos se paseaban por el cuarto en busca de más papel. El sangrado ya había comenzado a raspar las paredes de mucosa nasal y requería de más presión, pasaba por su garganta y su estómago comenzaba a pesar más de lo normal. La sangre se sentía como un veneno insondable, peor aún, un medio propicio para la autodestrucción. Vaya contradicción: irse degradando más y más mediante el líquido vital. De manera sintomática su lengua se paseaba desesperadamente por su boca y rascaba aquellas hendiduras en la queratina de sus muelas; después de ahondar los pozos con caries, el parlante órgano limpiaba la parte interior de sus labios.

Ismael buscó el pequeño espejo del baño para mirarse de frente, su pálido rostro demacrado lo hacía pensar en pedir ayuda a sus padres. ¿Y si lo mejor fuera acudir a un médico para parar la hemorragia? Cualquier otro lo hubiera hecho inmediatamente, pero él no. Desde pequeño había tenido una imagen en la cabeza, a manera de visión: un adolescente tendido en algún piso de concreto muriendo a causa de un detalle, de una situación reversible, de una imprudencia, de una pequeña hemorragia nasal. Era extraño, a veces en sueños también aparecía la imagen pero con movimiento. Inmerso en la atmosfera onírica, a veces, él podía convertirse en ese adolescente; otras, podía acercarse al agónico (¿tonto?) y susurrarle al oído palabras de sabiduría ancestral.

Repentinamente un pensamiento aislado se fijó en su mente: “Debo tranquilizarme, no quiero morir”…

Sin embargo, en la hondura de la sinceridad sabía que si él lo quisiera, si realmente lo quisiera, en ese momento su existencia tendría en bien acabar. ¿Qué sentido tenía la existencia? El mundo frío era transparente en aquel perverso mandala formado de atrocidades arregladas conforme a los preceptos de la droga: si uno no caía por voluntad propia no faltaría el miembro distinguido de la sociedad que por 10 $ la hora le podía tirar a uno en algún canal, en algún deshuesadero… en partes si la ocasión lo requería.

Hincado al filo del retrete, Ismael atrajó angustiosamente la sangre por el conducto nasal hasta detenerla en su garganta. Desde ahí la expulsó en forma de escupitajo: aquella madeja de sangre y gargajos chocó con el agua que reposaba en la tasa. Al disiparse las ondas producidas por el impacto líquido, el agua le reviró una imagen translúcida de sí mismo, como si fuera la imagen de un fantasma o de un objeto a punto de fenecer. Era el trago (¿amargo?) inapelable de la muerte, era el sublime blues de un mentiroso (José Cruz), era el-atajar-la-realidad con un slide orgásmico pero mortal, era el Narciso contemporáneo: aquel que no bebe de las dulces aguas de un frondoso río sino aquel que ineluctablemente bebe de las podridas aguas de un retrete.

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