> Arcanum VI: Introducción a la Podredumbre

domingo, 25 de julio de 2010

Introducción a la Podredumbre


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Introducción a la Podredumbre (Descenso # 1)
Por Diego Bang Bang
Mirar donde no se mira normalmente, rascar la realidad hasta encontrar un vacío, posar las manos sobre las corrientes del viento (sintiéndolo pero sin poder mirarlo), dejar el pavimento lleno de sangre a causa de la inevitable caída, descender en espiral sin reparar en las sinuosas volutas que todo tú recorres, pensar sin comprender las heridas; peor aún, esquivar las heridas con subterfugios pusilánimes.
Conozco personas que me han ayudado a descender por medios diferentes: el cobre y el cristal, el plomo y el espejo, un avión y una nube que brega en los horizontes de una ciudad derruida… sus nombres no es preciso conocerlos en este momento, lo mejor es que conozcas sus medios, sus escalinatas infernales…
En la primera escalinata se encuentra el cobre y el cristal: su resplandor bermejo me llama, parece un tímido fuego inocente. La sensación provocada en la garganta es la sensación de un incontenible sangrado. El cobre, pues, camina por tu garganta y también se aposenta en tus conductos nerviosos; finalmente en tu cerebro. Mientras piensas en la cicatriz (sórdida verdad intrarealista) colocas otro pedazo de crack en el cristal, cae como una gigantesca piedra en un diminuto despeñadero. Esa resina consistente mezcla de bronce, crack y cristal se acrecienta en destrucción gracias a tu ansiedad; esa mano que antes desgarraba tu vientre ahora hace su trabajo pero en tu garganta. Es un acto de claudicación voluntaria contra tu educación y los innumerables dogmas de la civilización: la educación del adicto delineada desde las grandes metrópolis con sus artefactos inagotables: desde las antenas de televisión hasta las pequeñas navajas de un filo… Es la Razón expresada en un manjar para el lumpen. Por antonomasia, el dogma más ferviente--en los tiempos de la Razón-- es el escepticismo aunado a la creencia generalizada de la autocomplacencia… Es un constante arrastrarse por las grietas del voluntarismo humano, desde la comida chatarra hasta una película pornográfica actuada por Rebeca Linares
Mi labio inferior se quema con el calor remanente en el cristal y pienso en los punks yuppies quiénes convierten una clínica de rehabilitación en uno de los paraísos contemporáneos del adicto posmoderno o, peor aún, se auto-idolatran por haber estado a punto de pisar el hospital merced su gula de estupefacientes… Banalizan el acto de autodestrucción con ese asepticismo propio de sus historias de vampiros serie B adictos a la morfina (faltas de ortografía incluidas para demostrar cuánto vale madre el mundo) o de su eclectisismo vía ipod shuffle mezcolanza de música autóctona del cártel de Sinaloa con Justice y su Electro-Punk o su, grotescamente llamado, Electroclash
La sima es más profunda porque la ansiedad también lo es: con mis dientes (su taladrar es constante) arranco el envoltorio del siguiente caramelo (caries incluida)… Pico con la punta de una tijera el centro de aquel prisma, su fragmentación se desparrama en cuatro… el bronce atorado a un tercio del gotero (del remanso de la punta al caucho) ahora es totalmente oscuro… el siguiente fragmento de piedra parece un viso ciclópeo, fijas la mirada en aquella vorágine, una sensación de ansiedad llega repentinamente y afloja tus esfínteres, tienes ganas de cagar sobre el mundo… todo comienza a desenfocarse, todo se torna más brilloso, limpias el sudor, por supuesto, y el abogado de Hunter S. Thompson es parafraseado por un economista en detrimento… sus mejillas rojas por el alcohol, su incomodidad no expresada en aquel picadero improvisado y su plática sobre epistemología son síntomas de que la droga nunca te dará la espalda, siempre te mostrará las grietas para descender, los reductos para vomitar o estornudar sobre los baberos de los baby boomers

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