> Arcanum VI: Tristeza en los Senderos II

jueves, 12 de agosto de 2010

Tristeza en los Senderos II


Profunda Tristeza

Por Diego Bang Bang

La humareda delante de su rostro es una cortina muy adecuada para despotricar verdades del corazón. El señor Dylan, con la mirada perdida en algún punto del éter, me cuenta su desencuentro con aquella modelo que le rompió el corazón. Me cuenta el sublime descenso de su corazón, tan sublime como para poder escribir un álbum completo al respecto. Le digo que las canciones del Blood on the Tracks son un epitafio hermoso y vergonzoso para todo amante. Por un momento alza la mirada (¿la mirada de un camaleón?) y con sus penetrantes ojos me pregunta que si alguna vez le he leído alguno de sus poemas a una mujer. “Las mujeres prefieren a Cohen”—musito. Una sonrisa socarrona comienza a elevarse en sus comisuras: “a veces yo también prefiero a las Suzzannes, a las Saharas”. ¿Y qué hay de las Johannas?—le reviró. Esas mujeres… más precisamente esa mujer no es una mujer cualquiera. Es un vampiro: en cualquier momento hinca sus colmillos en tu aorta, te succiona y, como acto de contrición, te complace por última ocasión—asevera Mr. Tambourine Man. Acto seguido coloca un par de lentes oscuros en el relieve de su nariz, por momentos pienso que lo hace como acto provocador de la conciencia: “no me mires a los ojos, mejor mira tu reflejo”, parece que aseveran esas gafas. Los hielos suspendidos en la superficie del whiskey oscilan traviesamente a causa del movimiento discreto de su mano: “A veces la poesía es un buen escondite para el mentiroso, para el falaz” dice inesperadamente. “A veces uno quisiera esconderse, a veces uno quisiera tener alas prolijas para emprender el vuelo…”—asesta de nuevo. Mientras su mirada vuelve al no-lugar & no-tiempo pienso a dónde volaría yo, a dónde si tuviera las alas doradas de la Templanza… También pienso en si tuviera un ala herida y estuviera agonizando en un descampado, qué pensaría entonces en ese momento… ¿qué sentirá un agónico en su lecho de muerte? ¿Acaso al igual que yo tendría a su malvado ángel de la desgracia a lado (¿alado?)? Fijo la mirada en la oscura efigie del mentiroso favorito de todos los tiempos y creo reconocerme en esas arrugas que siguen componiendo canciones tristes, canciones de amor, canciones de profunda tristeza.

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