> Arcanum VI: Tristeza en los Senderos

viernes, 18 de junio de 2010

Tristeza en los Senderos


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Tierna tristeza
Por Diego Bang Bang
He esperado demasiado para arrancarle algunas palabras a la tristeza: la tarde se ha tornado nublada, una canción de Roy Orbison y esa sensación de dulce arrojo me avisan que ahora es el momento. Después de tanto tiempo (casi un año) la piel aún se me eriza de recordar los te amo, de recordar las batallas innecesarias y de, como Horacio Oliveira, buscarte sin quererlo. A veces pienso que estábamos juntos para perdernos aunque creyéramos lo contrario; a veces pienso que lo mejor que nos ha pasado es no envejecer juntos.
Tristeza elemental: extraño las caricias debajo de las cobijas en un hotel o a escondidas en mi cuarto o en el tuyo; extraño mirarte furtivamente a lo lejos para volverme a enamorar de ti; extraño tus sueños portadores de los miedos de ambos; extraño la poesía: “Ámame dormida y desnuda, que en la orilla eres como la isla: tu amor confuso, tu amor asombrado, escondido en la cavidad de los sueños, es como el movimiento del mar que nos rodea”.
Sempiterna Oscuridad: una tarde te conocí, nos miramos de frente y, al instante, una sensación de placentera inquietud revoloteó en nuestros corazones. Pactamos el deseo mutuo, la mirada inquilina y el silencio repleto de adrenalina. Por las palabras nos enamoramos: “me gustas” me hiciste confesar. “Te deseo” quise aceptar; “te amo” terminé por necesitar. Por las manos nos comprendimos: las manos fundidas en un apretón era una señal de desasosiego amoroso; las manos levemente amarradas significaban el naciente odio inesperado. Una tarde nos desencontramos, no nos miramos de frente y, al instante, una sensación de oscuro estremecimiento nos invadió por completo.
Blue in Green: ese piano repta en la estructura discontinua del jazz, esa trompeta suena exactamente en la mitad de la ruptura, la sutil batería es un ruido de fondo: el piano desciende como el enamorado a las fauces del averno; la trompeta ríe nerviosamente como el borracho (el cínico borracho) que extraña a una mujer: ahora los dos (el enamorado y el borracho) marchan a la par en una pompa fúnebre, la trompeta suelta su último estertor mientras el piano refiere la funesta coda: la tristeza en la vida, la tierna tristeza. Blue in Green.
El final, como el de la Maga con Oliveira, fue ridículo: casi al mismo instante derrame un par de lágrimas y reí a carcajadas por lo absurdo del internet, por lo absurdo de mi carácter y por lo absurdo de tu decisión. Adiós te digo con esta tierna tristeza que recorre mis huesos…


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