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jueves, 26 de enero de 2017

Texto a seis manos: Diatribas de Dylan

Por Los IntRas

Fue una madrugada de hace cuatro años, en casa de Samuel Fierro, cuando llegamos a la conclusión: el genuino heredero musical de Bob Dylan es Sufjan Stevens. Esto viene a colación, porque ahora nos parece un muladar lamentable. Nos referimos a las falsas herencias e interpretaciones tramposas de la obra de Dylan. Y no solamente significamos lo sucedido con el premio nobel (en minúsculas para que venda menos libros), también al abigarrado dechado de falaces exégetas pululantes.

Empecemos por las obviedades: Bob Dylan no es el único revulsivo del paradigma histórico del rock & roll. Ni tampoco el único forjador de la escena cultural de Greenwich Village. Por el contrario, fue el más apto para hacer mímesis con el naciente capitalismo cultural salvaje de la década de los sesenta. Un hombre blanco más en el memorial de los latrocinios a la cultura negra. Un Judas. No en el sentido del grito más snob de la historia de los conciertos. Más bien, un Judas genuino en el sentido cristiano del epíteto.

El otro gran robo de Dylan pertenece a la esfera de los poetas malditos y la generación beat. En este sentido, el premio nobel (en minúsculas para que lo lean los Poetas Posmodernos) es la muestra más acabada. ¿Lo habrán entendido los jueces anónimos nórdicos, cuasi dioses, como un premio a la vena de poetas como Baudelaire y Rimbaud? ¿O como un triunfo institucional, vigilar y castigar, sobre Kerouac y Ginsberg? Por cierto, en el marco de la condecoración, no coincidimos tampoco con Juan Villoro. No hubo tal salto cualitativo por parte de la Academia y, en consecuencia, no se premió la dimensión oral de la literatura. Más bien se premió al snobismo suscitado por la figura de Dylan. 

En lo tocante a falsas herencias e interpretaciones tramposas, nos parece lamentable la mercantilización de Sergio Zurita en el panorama mexicano. Dramaturgo de oropel que en la radio mexicana expolia el legado del otrora mil veces ladrón. Ese mismo que necesita valor y se refugia en la lírica de Dylan al componer sus frívolas escenas (Antes de irme, el amor (2015), verbigracia). Capaz de mezclar la industria de la autoayuda y al Rimbaud digerido en Dylan. 

Lo anterior como el grotesco más aberrante. No obstante, incluso Fresán ha abusado de esto que consideramos una fórmula. Fórmula alguna vez estética; devenida en fórmula comercial. 

Como todo axioma de la cultura popular, la fórmula comercial es simple. Citar y/o referenciar a Dylan. Entre más descarado mejor. Entre más evidente mejor. Ya no sólo en los epígrafes, también en los títulos (Adiós a Dylan (2016), por ejemplo). Lo anterior a manera de estatuto de conocimiento. Una vez docto falaz en la obra: las reseñas, las entrevistas, las presentaciones de libros, las redes sociales y el dinero. El dinero dylaniano. Más efectivo que el efectivo e incluso que las bitcoins.

Por supuesto, esta es una fórmula ladrona simple destilada de la fórmula maestra del ladrón supremo. Porque si tomamos el hurto como una de las grandes herramientas del arte, entonces son pocos los ladrones maestros. En ello radica la diferencia entre los Zurita y los Alejandro Carrillo en comparación con los José Agustín y los Sufjan Stevens. 

Los últimos dos fueron artífices, alquimistas, de la dimensión estética de la fórmula dylaniana.

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