> Arcanum VI: Entre el despertador y la cama

jueves, 17 de julio de 2014

Entre el despertador y la cama

Por Diego Bang Bang

Betweeen the clock and the bed
Shapes move inside my head
We've all felt the implications

Between the clock and the bed de The Manic Street Preachers


Hay, al menos, un par de personajes que recuerdo tendidos sobre su cama y mirando inquisitivamente el techo de su aposento. Uno es el protagonista de La tumba y el otro es el protagonista de Eternal sunshine of the spotless mind. A ambos los recuerdo con una modorra y una estulticia instaladas en su ánimo. Con punzadas en los flancos de la cabeza o con una ansiedad resquemante y rebosante en el pecho. No sé si es por forzada sincronía o identificación baladí, pero ambos techos los recuerdo azules. Como el mío justo en este momento.

En ambos personajes más uno, el despertar es ese momento decisivo e iniciático en el que se dan golpes de cabeza. Es por eso que deciden apretujar los dedos de los pies, sólo para corroborar una realidad sensorial engañosa. El siguiente movimiento es facial, necesariamente. Mover los ojos un poco, de izquierda a derecha y de la derecha al lado oscuro interno. De regreso al abismo interno que unos segundos atrás fue pantalla o escenario del inconsciente. Apretujan los dedos de los pies nuevamente y los restriegan contra el algodón de las cobijas. Respiran hondo y sienten palpitar el mal aliento en la boca.

Ambos personajes más uno, mezclan en su conciencia los pendientes del día con los remanentes oníricos. Ahí está contestar el teléfono de la oficina junto a las risas socarronas de algún mejor amigo de la preparatoria. Ahí está el mandar miles de correos electrónicos yuxtapuesto a la muerte prematura de algún ídolo del rock & roll. Ahí está el realismo simplón (copia barata del melodrama) junto con yuxtapuesto a la tristeza que enmarcan y engendran y vivifican las mujeres.

Pero entonces, el mundo despierta también. Los ladridos chillones de algún perro vecino y de un vecino perro se cuelan por entre las grietas de la conciencia. El ropero del cuarto continúa ejerciendo su magnánimo papel de reloj de arena. Reloj de polilla, mejor dicho. Y así como a los personajes de Chéjov los carcome el tiempo, así mismo unos diminutos insectos carcomen los muebles de tu cuarto de techo azul. Pero entonces, el mundo despierta también. Los ruidos de los coches parecen ecos antediluvianos y el canto de los pájaros asemejan tosiduras provocadas por el alquitrán. Vaya desgracia la de las aves urbanas que sin fumar padezcan enfisema pulmonar.

Y mientras pasa un avión (¿un aluvión?) la maldita pero necesaria alarma del reloj suena. Ambos personajes más uno, decidieron poner como alarma el sonido de emergencia de un reactor nuclear. Todas las mañanas que lo escuchan sonríen porque les recuerda esa mala costumbre de relacionar todo con el Apocalipsis. Y ya no saben si nacieron así o se fueron haciendo así o el mundo es así. Y entonces hay que levantarse. Mover el agua neuronal para que saque chispas. Recordar que hay que ir al médico porque unas inesperadas bolitas están saliendo en el esternón. Recordar que ninguna mujer estará con ellos, porque no tienen manera de hacerlo. No tienen un negocio familiar, no son tolerantes con las genealogías, no tienen una promisoria carrera académica. Es más, ni siquiera un digno oficio de oficinista.

¿Cuál será la canción favorita para despertar del primero? ¿Y del segundo? ¿Se le llamará tercera persona narrativa porque siempre hay dos personajes que te anteceden antes de convertirte en personaje? Así pues, hay que mirarse en el espejo. Volver a sentir el palpitar del mal aliento en la boca. Saber que el techo azul sigue ahí, aunque salgas a trabajar o a una fiesta. Que ese techo azul es como esas nubes malhadadas que siguen todo el tiempo a las caricaturas cuando se encuentran en crisis. Que ese techo azul se lleva en la mochila todo el tiempo. En fin, algo así pasa entre el despertador y la cama. Pero sobre todo, Ella sigue ahí. Con su sonrisa. Pero de eso mejor no escribir, porque entonces el tercero no tendría tiempo de disfrutar el décimo track del Futurology de The Manic Street Preachers.

No hay comentarios:

Publicar un comentario