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martes, 14 de mayo de 2013

Galaxias nocturnas de café


Galaxias nocturnas de café 

Por Diego Bang Bang 

¿Cuánto tiempo llevo aquí? No podría decirlo.

Los días han dejado de pasar desde que volviste la mirada y la pusiste en mí. Los ojos sí, la fuerza centrípeta de los ojos, nos hacen girar como ruletas rusas: un día sí y otro también. Subíamos y volvíamos a subir, montados en los besos de menta y las caricias con olor a perla. Las sonrisas como balsas plateadas en mitad de la bruma, de la niebla y del smog. Un cigarrillo y carnívora comida vegetal, también un poco de whisky y diez cuentos de literatura espacial... Un mucho de sexo matinal.

Tardes de lluvia y volvíamos a salir. Leyendo los puntos y las comas de la ciudad, llevados por la sintaxis de arrabal. Un beso aquí y los semáforos nuestro azar. Un poco más de lluvia y la fuente de nuestra atracción que nunca se agobia. Caminar de puntillas, arrostrar las manías y decantarse en melodías...

Las nubes cambiaron y los perros migraron. Nuestros sentimientos menguaron. Nuestras líneas, geometría elemental, nunca más se cruzaron. Y no está nada mal, pero todo es tan igual. Los dolores de cabeza, las tapas del pan integral, los cervezas y el mezcal...

Me he cansado de arrastrar las mejillas, me he cansado de traer el grito ahogado de la melancolía. Algo me quema y es la ansiedad. La maldita soledad y cualquier expresión de “edad”. Sufro la tensión de la migraña existencial.

Ya las aguas descorren sus torrenciales velos: capas y más capas de acero. Ya escucho los pasos líquidos de ese gigante de acero. Miro por la ventana y la ciudad no te trae de regreso. ¿Dónde ha quedado, mi amor, la sintaxis de arrabal? ¿A dónde ha ido a parar? Vuelvo al cuarto (nuestro) la mirada. Sólo las grietas a manera de cuento, los colores del encierro y las cartas como ungüento. Acá estoy y no sé por cuánto tiempo, acá estaré mientras las galaxias nocturnas de café tracen su derrotero.

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