Galaxias nocturnas de café
Por Diego Bang Bang
¿Cuánto tiempo llevo
aquí? No podría decirlo.
Los días han dejado de
pasar desde que volviste la mirada y la pusiste en mí. Los ojos sí,
la fuerza centrípeta de los ojos, nos hacen girar como ruletas
rusas: un día sí y otro también. Subíamos y volvíamos a subir,
montados en los besos de menta y las caricias con olor a perla. Las
sonrisas como balsas plateadas en mitad de la bruma,
de la niebla y del smog. Un cigarrillo y carnívora comida vegetal,
también un poco de whisky y diez cuentos de literatura espacial...
Un mucho de sexo matinal.
Tardes de lluvia y
volvíamos a salir. Leyendo los puntos y las comas de la ciudad,
llevados por la sintaxis de arrabal. Un beso aquí y los semáforos
nuestro azar. Un poco más de lluvia y la fuente de nuestra atracción
que nunca se agobia. Caminar de puntillas, arrostrar las manías y
decantarse en melodías...
Las nubes cambiaron y los
perros migraron. Nuestros sentimientos menguaron. Nuestras líneas,
geometría elemental, nunca más se cruzaron. Y no está nada mal,
pero todo es tan igual. Los dolores de cabeza, las tapas del pan
integral, los cervezas y el mezcal...
Me he cansado de
arrastrar las mejillas, me he cansado de traer el grito ahogado de la
melancolía. Algo me quema y es la ansiedad. La maldita soledad y
cualquier expresión de “edad”. Sufro la tensión de la migraña
existencial.
Ya las aguas descorren
sus torrenciales velos: capas y más capas de acero. Ya escucho los
pasos líquidos de ese gigante de acero. Miro por la ventana y la
ciudad no te trae de regreso. ¿Dónde ha quedado, mi amor, la
sintaxis de arrabal? ¿A dónde ha ido a parar? Vuelvo al cuarto
(nuestro) la mirada. Sólo las grietas a manera de cuento, los
colores del encierro y las cartas como ungüento. Acá estoy y no sé
por cuánto tiempo, acá estaré mientras las galaxias nocturnas de
café tracen su derrotero.
Gran Poema, amigo.
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