El limbo de los
imaginarios
Por Diego Bang Bang
1 despertó mareado y
rodeado de una absoluta oscuridad. Se podría decir que en términos
de materia ya no existía. Tampoco en términos de antimateria.
¿Podríamos decir que la nomenclatura de ese ser era Uno?
Imposible saberlo.
1 recordaba uno de los
pasajes más socorridos de la Principia Mathematica: “Un
hombre inmortal, condenado a cárcel perpetua, podría concebir en su
celda toda el álgebra y toda la geometría”. La pregunta
insolayable, entonces, era: ¿por qué su memoria retenía aquella
cita?
1 ya no se percibía a sí
mismo en primera persona. Se dio cuenta que aquel espacio era un
desdoblamiento constante. “Yo soy él que es nosotros”, podría
ser el axioma. El dolor y la soledad, vagas sensaciones de otro eje
temporal, no existían de forma concreta.
De hecho el eje temporal,
según percibía 1, se encontraba en contradicción permanente. Era
una síncopa de puntos sobre ninguna línea. Otro de los libros
fundamentales, comenzaba a recordar 1, del libro matriz era “Más
allá del Googol”.
No es lo mismo, se
proyectaba en algún lugar indefinido, un número grande que un
número infinito. De hecho, el número infinito no existe dentro de
la esfera de los Enteros. Es, por consecuencia, una entidad
transfinita.
El eje espacial comenzó
a poblarse de luces. Entonces nació la aritmética local de 1 con sus
implicaciones mitológicas. A cada luz le dio un nombre. Su favorita
era Urk 24, por ser el primer nombre en aparecer en su conciencia.
Poco tiempo después,
diez con cien ceros por delante a la décima potencia, las luces
comenzaron a replicarse en conjuntos transfinitos y 1 tuvo que crear
el álgebra. La correspondencia de aquellos conjuntos se hizo a
partir de grafías menos angulosas.
1, tiempo después,
comenzó a unir los puntos. Así dio comienzo la geometría local:
plagada de turbinas y curvas no simples. Las llamó constelaciones.
Con estas constelaciones se volvió a ungir el tema de lo finito y lo
infinito. Lo infinito era una paradoja que nacía de lo finito.
1 estaba tranquilo en
aquella oscuridad repleta de luces. 1 desbordaba luz, era la luz más
resplandeciente de aquel orden. Mas todo orden engendra un caos. A
veces absoluto y muchas otras relativo. Entonces el caos.
1 comenzó con una
aceleración extraña. Fatal, diría usted querido lector. Faltaba
por nombrar una constelación. Algo hervía en su reposo. Matería
ígnea en desasosiego. Esos trazos tenían algo que ver con la otra
existencia. Una curva simple arriba, una recta vertical que culminaba
en otra horizontal.
“¿Dónde estarás mi
hermoso 2?”, resonó por los años luz de los años luz.
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