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viernes, 8 de febrero de 2013

El limbo de los imaginarios

El limbo de los imaginarios

Por Diego Bang Bang

1 despertó mareado y rodeado de una absoluta oscuridad. Se podría decir que en términos de materia ya no existía. Tampoco en términos de antimateria. ¿Podríamos decir que la nomenclatura de ese ser era Uno? Imposible saberlo.

1 recordaba uno de los pasajes más socorridos de la Principia Mathematica: “Un hombre inmortal, condenado a cárcel perpetua, podría concebir en su celda toda el álgebra y toda la geometría”. La pregunta insolayable, entonces, era: ¿por qué su memoria retenía aquella cita?

1 ya no se percibía a sí mismo en primera persona. Se dio cuenta que aquel espacio era un desdoblamiento constante. “Yo soy él que es nosotros”, podría ser el axioma. El dolor y la soledad, vagas sensaciones de otro eje temporal, no existían de forma concreta.

De hecho el eje temporal, según percibía 1, se encontraba en contradicción permanente. Era una síncopa de puntos sobre ninguna línea. Otro de los libros fundamentales, comenzaba a recordar 1, del libro matriz era “Más allá del Googol”.

No es lo mismo, se proyectaba en algún lugar indefinido, un número grande que un número infinito. De hecho, el número infinito no existe dentro de la esfera de los Enteros. Es, por consecuencia, una entidad transfinita.

El eje espacial comenzó a poblarse de luces. Entonces nació la aritmética local de 1 con sus implicaciones mitológicas. A cada luz le dio un nombre. Su favorita era Urk 24, por ser el primer nombre en aparecer en su conciencia.

Poco tiempo después, diez con cien ceros por delante a la décima potencia, las luces comenzaron a replicarse en conjuntos transfinitos y 1 tuvo que crear el álgebra. La correspondencia de aquellos conjuntos se hizo a partir de grafías menos angulosas.

1, tiempo después, comenzó a unir los puntos. Así dio comienzo la geometría local: plagada de turbinas y curvas no simples. Las llamó constelaciones. Con estas constelaciones se volvió a ungir el tema de lo finito y lo infinito. Lo infinito era una paradoja que nacía de lo finito.

1 estaba tranquilo en aquella oscuridad repleta de luces. 1 desbordaba luz, era la luz más resplandeciente de aquel orden. Mas todo orden engendra un caos. A veces absoluto y muchas otras relativo. Entonces el caos.

1 comenzó con una aceleración extraña. Fatal, diría usted querido lector. Faltaba por nombrar una constelación. Algo hervía en su reposo. Matería ígnea en desasosiego. Esos trazos tenían algo que ver con la otra existencia. Una curva simple arriba, una recta vertical que culminaba en otra horizontal.

“¿Dónde estarás mi hermoso 2?”, resonó por los años luz de los años luz.

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