> Arcanum VI: El sueño ¿de Dios?

domingo, 5 de febrero de 2012

El sueño ¿de Dios?

El sueño ¿de Dios?

Por Sonny DeLorean
 “Humanidad, jamás la tuviste desde el principio”
                                                                                                                                                                Henry Kandinsky

Un sueño humanitario recurrente, cada vez empeora más y no logra despertar…
… perdido, apenas y vislumbro en una atmósfera de caos a dos seres antropomorfos diluidos en el éter. Dos presencias al parecer inconcebibles e imponentes. “La sociedad (entiéndase también saciedad) está siendo consumada por ella misma, la sensación de indiferencia es el registro que marca el destino trágico de lo divino”. Palabras proferidas por el Diablo después de darle por el culo a Dios; un Diablo y un Dios sui generis, con rostros notoriamente degradados, o tal vez como siempre ha sido, hechos a nuestra imagen y semejanza.  
-¡No!- un grito en seco que causó el desconcierto en los pasajeros del metro. Abel debía bajar algunas estaciones más adelante, pero el sueño lo despertó antes de lo previsto, había soñado con un atentado divino. Un sabor de horror aglutinado en la garganta, tenía sus ojos en vilo y la  transpiración recorría su cara. Su corazón era un frenesí de nervios y miedo. Era necesario salir del vagón para purificar esa imagen tan atroz.
En tiempos inmemorables, sobretodo en su niñez, habría sido una blasfemia atentar la investidura divina, incluso en los sueños -pensó Abel-. Estaba contrariado por el sueño impostor de la degradación, no creyó que su mente pudiera ser capaz de tal vituperio, después de todo, la raza humana le debía todo a Dios. Y claro, si él en su condición de humano fallaba, todos lo hacían.
La transgresión de la realidad-sueño había causado estragos en Abel. Durante todo el camino restante para su casa no dejaría de pensar en una posible interpretación, era él o la manifestación ojetiva social de la realidad. Recordó que los hallazgos y revelaciones se podían manifestar en algo tan ambiguo como la cotidianidad (y/de) los sueños, porque son dimensiones paralelas a la humanidad.
Inhaló y exhaló toda la cantidad de aire contaminado posible una vez que salió del metro. Su cara recobro el brío, pero aún seguía sumergido en la perplejidad  mientras caminaba por esas calles que no le resultan extrañas. No fue difícil saber que entraría a la misma cantina de los últimos dos años, ya saben, la costumbre es una condición inevitable, estúpida e inalienable de los hombres.
Para ser viernes el lugar estaba desértico y se percibía una atmósfera melancólica, no difería y era acentuada por la personalidad de los presentes. Reconocía a la mayoría de los rostros languidecidos por el alcohol, reconocía la distribución y disposición del mobiliario, el lugar parecía un fotograma olvidado, el tiempo ya no pasaba por este bar. Su preferencia por lo obsoleto y anticuado lo había tranquilizado un poco más.
-¿Lo de siempre, Abel?
-No, traíme un whisky
-Ya veo, un día difícil- dijo la mesera de manera lacónica.
-Yo diría en general, una vida difícil… No me hagas caso, Leticia, sabes que soy un pesimista.
La mesera no demoro mucho con la bebida. Abel deglutía su bebida para pensar, o deglutía mientras pensaba; lo cierto era que necesitaba alcohol para escudriñar más profusamente en sus pensamientos. Un sueño que acaparaba muchas dimensiones. Ciertamente, Abel nunca había sido un creyente ni algo parecido, pero el miedo fue inmanente, ¿una energía impuesta para comprobar algo? Y si era eso ¿qué tendría que comprobar? Que Dios es sado/masoquista; que solamente existe una “interpretación moral de los fenómenos”, nada/todo es bueno o malo sino todo lo contrario; que nos ha fallado (entiéndase también follado); o lo más increíble, que la humanidad siempre ha estado desamparada.
Súbitamente una presencia contumaz le hizo voltear a la mesa contigua. Hasta ese momento no se había percato de dicha presencia, lo cual resultaba extraño, ya que el número de envases vacios sobre mesa indicaba otra cosa. -¡Demonios!- Fue la primera expresión que musito Abel después de verlo. El traje negro de corte fino desentonaba con todo Él. Una figura que adolece, parte de mitología plástica y urbana convergía en él. La barba rala y un tanto mugrienta le confería un toque más decadente. Su mirada era ausente, hasta cierto punto, ya que la tristeza sería un mejor lugar para definir sus ojos. Ahora que lo ve bien, no es alguien, sino la esencia de algo que sólo se ha materializado en un viejo. Y lo más sorprendente, ahora él pagaría tributo (propina) porque así lo exigiría Leticia.
Así es, un viejo que no necesita explicación. Sólo renegaba y se quejaba. Decía que la humanidad era un desecho de mierda y un eructo lascivo. Era claro, Abel sabía que ese longevo era el mismo de su sueño, que la omnipotencia, la eternidad y lo infinito ahora eran refulgencia de un pasado inexistente. Que el sueño impuesto era la experiencia de vida de un Dios desempleado, como tantos otros. Ese Dios sabía que la sangre de los sacrificios ya no era por pleitesías divinas sino por ajustes de cuentas, y que las plegarías sólo eran mediáticas.
El sueño de Dios había sido la traición de los mortales, de sus hijos,  ya nadie envidiaría a nadie. Abel lo podía entender, seguramente el horror del sueño había sido el de la sustitución, no había un tal Diablo, tal vez habían sido todos los hombres.

1 comentario:

  1. Interesante sueño, que evoca la teatralidad bíblica con un diálogo interesante con una existencia lasciva, obscena y tan humana. Me gusta tu narrativa aunque la siento muy seductora al intelecto pero poco clara para el mortal. Eres bastante bueno.

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