El cinturón de Orión
Por Sonny DeLorean
Absorto en la oscuridad de la noche busco respuestas que me nublan la realidad. La continuidad de la vida es inusual, todo es etéreo y difuso. Mi sombra es el reflejo intangible de lo que soy: miedos, secretos, misterios y enigmas que se nutren de más dudas. Seguramente lo que busco no está en mí, sino en las luces marginales que se posicionan en la penumbra del albado cielo. El acto reflejo de mirar el halo de la Luna me dice que ese no es el camino correcto, las posibilidades se bifurcan, son interminables.
Una ráfaga de emociones me asaltan para agotar tan ansiada búsqueda; secuencia de cuatro puntos luminosos que alguna vez retrataron lo imperdurable; cazador furtivo y patrono de los canes mitológicos: Cinturón de Orión. Testigo, cómplice, protector, guardián, amigo; no existe palabra que te defina, sólo las memorias que te recuerdan. Inevitable, quimera de sentidos que coexisten con la noche: “En el cielo estaba Orión/Iluminando el momento/Con cuatro puntos de luz/En la Tierra estabas tú/Iluminándome a mí [...]"
Voy a pedirle a Orión que resguarde mis pensamientos para que las deidades hagan un mito de nuestra historia inconclusa. Se convertirá en el recuerdo de una noche infinita, en la trascendencia de los mortales que viven en épocas paganas, en la memoria del tiempo y espacio que convergen en el punto exacto de nuestra existencia, en la creación nebulosa de los astros solares; será una diatriba para los amantes.
Nubes que eclipsan el recuerdo de un parque, una plática, una sonrisa, un abrazo y una mujer. Es delirante saber que todas las noches volveré a vislumbrar a Orión y con ello la reconstrucción de un instante irrepetible. Tal vez seas el pretexto perfecto para “coleccionar los suspiros que voy dejando y guardarlos un rato en la sombra”. La única forma que conozco para recrearte es Orión y estas palabras que te dicen adiós.
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