Huellas citadinas
Por SonnyDe_Lorean
La historia de
nuestra vida está basada en hechos realmente
irreales y ficticios, pero la parte inventada de ésta es
lo único
certero que logramos recordar, lo que nuestra memoria
mantiene
en el presente
y lo que ha de suceder para nunca olvidarla.
Para Pablo Sandoval la realidad
ya había marcado en sus hábitos la monotonía y el hartazgo de la “madurez”. La
lucha cotidiana de querer despertar después de escuchar la voz automática del
despertador y no poder hacerlo, voltear a un lado y ver el número digital que
indicaba el ritual mecánico del conductismo: restregarse los ojos para
constatar que seguiría viendo la misma hora y no el rostro apacible de la mujer
inolvidable, levantarse como muerto restituido por las palabras de Jesús sólo
para ganarse el cielo y el pan de cada día: “Levántate y soporta”, calzar sus
pantuflas para comenzar los incontables pasos que algún día pensó lo harían el
viajero que el sedentario es, entrar al baño para desechar el reflejo
irrefutable de lo que era su vida, desprenderse de su pijama para desvestir
algo más que su cuerpo y quedar completamente desalmado viendo en el espejo al
narciso aborrecible con la firme intención de cortar de tajo toda realidad. Pero
la cobardía y la pereza siempre lo alentaron a continuar con ese ritual
mortuorio que sólo prolongaba su apatía interminable.
La normatividad del X del mes X
del año X se vio interrumpida cuando la noche anterior el despertador se
descompuso y el tiempo se detuvo, ahora el sueño lo volcaba nuevamente a levantar
las anclas e izar las velas del galeón para emprender el viaje al Progreso
regresivo de todos los días.
Volvía a ser el pirata Jasón dirigiendo al Argos en compañía de los 50
argonautas.
La llovizna a tempranas horas de
la madrugada presagia algo más que un día funesto. Pablo Sandoval apresura el
paso tratando de no pisar los charcos, lo que se vuelve más complicado por el
rengueo perceptible de su pierna izquierda que lo ha acompañado desde la niñez,
mientras acomoda la corbata roja que lo hace desentonar con los hombres de
gris. Llega convertido en un manojo de agua y se sienta en la banca del
paradero. Ve su reloj sólo para constatar que ya es tarde y que el retraso es
general, como si la ciudad estuviera anegada en una parálisis de caos. Cuando
el camión llega, la publicidad rotulada se convierte en el oráculo de Delfos y
vaticina la profecía: la nueva obra de David Cavazos se estrenará esta noche: Todas
son únicas, sólo una es Pandora.
Volvía a surcar los Siete Mares con el afán de perseguir al movimiento.
Mientras sube los peldaños del
camión recuerda la frase de Orfeo, su mejor amigo: “Los reencuentros no son una
coincidencia porque son una búsqueda gratuitamente necesaria”. Un recuerdo que
ha surgido como un rayo en lontananza de un pasado remoto para luego retumbar en
ese momento como un trueno estrepitoso en su cabeza. Un soplo frío ha gobernado
su cuerpo y lo recorre con el estremecimiento sanguinario que sólo el nombre de
esa mujer podía provocar. Porque aún no olvida que su nombre es la primera
mujer que vino a la tierra y, probablemente, es el primer ser que desafió a los
dioses y los desobedeció, de ahí se entiende la autonomía y determinación que
tienen ante los hombres. A partir de ese momento se convirtieron en las herederas
culposas de la libertad humana. Está seguro que al igual que su ancestra, ella
hubiera renunciado a la divinidad voluntariamente para ser el primer ángel
expatriado del paraíso y perseguir el instante eterno del momento como sólo un
mortal sabe vivirlo.
Volvía a descifrar las pistas para adentrarse en la aventura.
Ante la lucha ética de hacer o no
hacer, Heracles cede su asiento a Pablo Sandoval. Dirigiendo su mirada a través
de la ventana del camión, observa el mismo ritmo vertiginoso de los veleros metálicos
que transitan por los caudales urbanos. A su lado una mujer custodia un estuche
mitológico, el cofre ancestral que aloja todos los grandes bellos-males de la
humanidad. Sabe que lo abrirá y de él saldrá el Odio que ruborizará el rostro
por el que surgen todas las guerras, ocultará entre sombras la revelación del
Deseo y delineará inquietantemente el Vicio de sus parpados, pintará sus labios
pasionalmente provocando Enfermedades que extinguirán a la raza humana y
rociará tóxicamente en su cuello la irresistible Locura. Al final lo único que
le queda por soportar y contemplar es la Esperanza tortuosa que lo ha
conquistado.
Volvía a ser un corsario en busca de tesoros perdidos.
De niño siempre pensó que todo
pirata tiene algo de detective, ya que los dos tienen como consiga universal el
lugar donde marca la X. Después de todo, Pablo Sandoval piensa que somos el
reflejo de nuestros nombres, por eso cree que él tiene mucho de ese personaje que
aparece en la película El secreto de sus ojos, historia de amor envuelta en un thriller detectivesco, o del libro La pregunta de sus ojos, thriller detectivesco
envuelto en una historia de amor. Ese personaje menor y de quinta que nadie
quiere ser pero termina siendo el más entrañable, en otras palabras, en estos momentos
el siente que es un detective pirata. Pero a diferencia de la
mayoría de los detectives, Pablo Sandoval no busca las pistas para resolver el
crimen, busca las pistas para encontrarse con y en el crimen.
Volvía a contradecir el designio de los dioses.
El mismo recorrido de todos los
días, el Argos que tripula una ciudad
inacabada, esquivando baches y pasando por edificios derruidos, olores
pestilentes y penetrantes se incrustan como fragancia en la apatía de la
tripulación, tropezando con los mismos embarcaderos y las mismas tierras conocidas
y nada a la vista. Pablo Sandoval sabe que la ciudad es la geografía de nuestro
cuerpo, porque la ciudad está en él. Recorre con el dedo la marca (im)borrable de
su brazo y sabe que cada experiencia deja una huella en la piel que no podemos realmente
ver, una marca que traspasa el dolor y el recuerdo: la cicatriz del tiempo, huellas
que son capaces no sólo de dar un vistazo al pasado sino que también son capaces
de predecir el futuro. El reencuentro con Pandora es y será el de todos los
días, porque cuando él vea a una mujer en la ciudad, inevitablemente en su alma
se imprimirá una pintura de ella que ha estado toda su vida.
Volvía a rencontrarse con la mujer que dejo una terrible X marcada en
su alma. Volvía a ser él.
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