> Arcanum VI: Vendavales de arrabal II

domingo, 17 de agosto de 2014

Vendavales de arrabal II

Huellas citadinas


Por SonnyDe_Lorean

La  historia de nuestra vida está basada en hechos realmente
irreales y ficticios, pero la parte inventada de ésta es lo único
certero que logramos recordar, lo que nuestra memoria mantiene
 en el presente y lo que ha de suceder para nunca olvidarla.

Para Pablo Sandoval la realidad ya había marcado en sus hábitos la monotonía y el hartazgo de la “madurez”. La lucha cotidiana de querer despertar después de escuchar la voz automática del despertador y no poder hacerlo, voltear a un lado y ver el número digital que indicaba el ritual mecánico del conductismo: restregarse los ojos para constatar que seguiría viendo la misma hora y no el rostro apacible de la mujer inolvidable, levantarse como muerto restituido por las palabras de Jesús sólo para ganarse el cielo y el pan de cada día: “Levántate y soporta”, calzar sus pantuflas para comenzar los incontables pasos que algún día pensó lo harían el viajero que el sedentario es, entrar al baño para desechar el reflejo irrefutable de lo que era su vida, desprenderse de su pijama para desvestir algo más que su cuerpo y quedar completamente desalmado viendo en el espejo al narciso aborrecible con la firme intención de cortar de tajo toda realidad. Pero la cobardía y la pereza siempre lo alentaron a continuar con ese ritual mortuorio que sólo prolongaba su apatía interminable.

La normatividad del X del mes X del año X se vio interrumpida cuando la noche anterior el despertador se descompuso y el tiempo se detuvo, ahora el sueño lo volcaba nuevamente a levantar las anclas e izar las velas del galeón para emprender el viaje al Progreso regresivo de todos los días.

Volvía a ser el pirata Jasón dirigiendo al Argos en compañía de los 50 argonautas.  

La llovizna a tempranas horas de la madrugada presagia algo más que un día funesto. Pablo Sandoval apresura el paso tratando de no pisar los charcos, lo que se vuelve más complicado por el rengueo perceptible de su pierna izquierda que lo ha acompañado desde la niñez, mientras acomoda la corbata roja que lo hace desentonar con los hombres de gris. Llega convertido en un manojo de agua y se sienta en la banca del paradero. Ve su reloj sólo para constatar que ya es tarde y que el retraso es general, como si la ciudad estuviera anegada en una parálisis de caos. Cuando el camión llega, la publicidad rotulada se convierte en el oráculo de Delfos y vaticina la profecía: la nueva obra de David Cavazos se estrenará esta noche: Todas son únicas, sólo una es Pandora.

Volvía a surcar los Siete Mares con el afán de perseguir al movimiento.

Mientras sube los peldaños del camión recuerda la frase de Orfeo, su mejor amigo: “Los reencuentros no son una coincidencia porque son una búsqueda gratuitamente necesaria”. Un recuerdo que ha surgido como un rayo en lontananza de un pasado remoto para luego retumbar en ese momento como un trueno estrepitoso en su cabeza. Un soplo frío ha gobernado su cuerpo y lo recorre con el estremecimiento sanguinario que sólo el nombre de esa mujer podía provocar. Porque aún no olvida que su nombre es la primera mujer que vino a la tierra y, probablemente, es el primer ser que desafió a los dioses y los desobedeció, de ahí se entiende la autonomía y determinación que tienen ante los hombres. A partir de ese momento se convirtieron en las herederas culposas de la libertad humana. Está seguro que al igual que su ancestra, ella hubiera renunciado a la divinidad voluntariamente para ser el primer ángel expatriado del paraíso y perseguir el instante eterno del momento como sólo un mortal sabe vivirlo.

Volvía a descifrar las pistas para adentrarse en la aventura.

Ante la lucha ética de hacer o no hacer, Heracles cede su asiento a Pablo Sandoval. Dirigiendo su mirada a través de la ventana del camión, observa el mismo ritmo vertiginoso de los veleros metálicos que transitan por los caudales urbanos. A su lado una mujer custodia un estuche mitológico, el cofre ancestral que aloja todos los grandes bellos-males de la humanidad. Sabe que lo abrirá y de él saldrá el Odio que ruborizará el rostro por el que surgen todas las guerras, ocultará entre sombras la revelación del Deseo y delineará inquietantemente el Vicio de sus parpados, pintará sus labios pasionalmente provocando Enfermedades que extinguirán a la raza humana y rociará tóxicamente en su cuello la irresistible Locura. Al final lo único que le queda por soportar y contemplar es la Esperanza tortuosa que lo ha conquistado.

Volvía a ser un corsario en busca de tesoros perdidos.

De niño siempre pensó que todo pirata tiene algo de detective, ya que los dos tienen como consiga universal el lugar donde marca la X. Después de todo, Pablo Sandoval piensa que somos el reflejo de nuestros nombres, por eso cree que él tiene mucho de ese personaje que aparece en la película El secreto de sus ojos, historia de amor envuelta en un thriller detectivesco, o del libro La pregunta de sus ojos, thriller detectivesco envuelto en una historia de amor. Ese personaje menor y de quinta que nadie quiere ser pero termina siendo el más entrañable, en otras palabras, en estos momentos el siente que es un detective pirata. Pero a diferencia de la mayoría de los detectives, Pablo Sandoval no busca las pistas para resolver el crimen, busca las pistas para encontrarse con y en el crimen.

Volvía a contradecir el designio de los dioses.

El mismo recorrido de todos los días, el Argos que tripula una ciudad inacabada, esquivando baches y pasando por edificios derruidos, olores pestilentes y penetrantes se incrustan como fragancia en la apatía de la tripulación, tropezando con los mismos embarcaderos y las mismas tierras conocidas y nada a la vista. Pablo Sandoval sabe que la ciudad es la geografía de nuestro cuerpo, porque la ciudad está en él. Recorre con el dedo la marca (im)borrable de su brazo y sabe que cada experiencia deja una huella en la piel que no podemos realmente ver, una marca que traspasa el dolor y el recuerdo: la cicatriz del tiempo, huellas que son capaces no sólo de dar un vistazo al pasado sino que también son capaces de predecir el futuro. El reencuentro con Pandora es y será el de todos los días, porque cuando él vea a una mujer en la ciudad, inevitablemente en su alma se imprimirá una pintura de ella que ha estado toda su vida.

Volvía a rencontrarse con la mujer que dejo una terrible X marcada en su alma. Volvía a ser él.

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