I
por RadiAn Luna
Después de todo este tiempo sigo encontrando gatos en todas partes; en
marquesinas, jardineras, bajo la cama, en portadas de discos, a media noche en
grandes avenidas. Inclusive los he notado cerca de la ventana abierta cuando
escucho Flores sobre las piedras, juego
a que me entienden y supongo que es a ti a quien buscan y les digo entre risa y
lamento que nadie está aquí, no hay nadie
aquí, nada hay aquí. Fingen no entender, ronronean, sueltan dos o tres
vocablos gatunos fuera de mi comprensión y se alejan en busca de una gata, de
una rata, de algún veneno o de una llanta que los reviente lejos de este lado. Mientras caen las hojas y Octubre no acaba por instalarse del todo en este rincón del cuarto y la lluvia sigue
con los últimos estertores, leo el libro que olvidaste o dejaste a propósito.
Un bonito separador abre el libro en la página 19 y aparece tu nombre escrito
con la noche. No hay mucho que leer. Es una lectura que no disfruto. Tediosa y
pretenciosa. Con todo y su epígrafe que cita y recita a un Fresán realmente
enloquecido por la nieve. Supongo que al escritor le llama la atención tal
palabra que en su latitud ecuatoriana adquiere una dimensión irreal e
inalcanzable. Niña punk ¿en qué brazos
duermes ahora?/ ¿Quién te lee esos cuentos mientras te penetra? vomita una
canción de Los Bajones Eléctricos en mi computadora justo cuando el ocaso se presenta y el último
rayo de luz cae en la nota que viene al final de tu libro olvidado, La amistad crece en tres soles y una luna y
permanece a través de los mundos…
Somos libres, nadie lo cree, pero es real... cada uno de su lado, sin portales o con ellos
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