> Arcanum VI: Vendavales de arrabal I

domingo, 11 de agosto de 2013

Vendavales de arrabal I

El pasado más distante 

Por SonnyDe_Lorean
El olvido es el hermano ausente de la memoria
pero siempre es reconocido en su presencia”
Cees Nooteboom

La oscuridad abnegaba la parte trasera de aquella bodega hasta dejarla desnuda de color, sólo un hilito de voz se logró colar por el haz de luz que proyectaba aquella televisión, se escuchaba el sonido monocorde y tétrico de las personas que no se inmutan por callar la verdad y ofrecer la mentira como el mejor sedante tan bien aceptado por la ignominia social: elecciones libres y transparentes, combate inteligente contra la delincuencia, cruzada nacional para erradicar el hambre, economía mexicana a la alza…
 
Solovino, mote inmerecido que sobrevive más tiempo que su nombre y lo único que conservó de la travesía * sin retorno; estaba sumergido en ese letargo que causa la vida del encallado y la monotonía del presente. Tal vez por eso muchas veces sintió que el patrimonio de su despilfarro consistía en colocar el número de envases vacíos sobre la mesa cuando engullía la última gota; de aplastar las colillas de cigarro después de que la nicotina fuera consumida y las volutas se disolvieran en la nada como todas las personas que habían entrado y salido de su vida; y exprimir los limones en su boca con tal saciedad para cicatrizar las palabras y los besos que sólo la lengua herida puede dar. Como si tales acciones apaciguaran la continuidad de las decisiones que estacionaron lo que imaginó sería su vida, dejándolo sustraído en el presente como un ebrio a la deriva.  

(Quince años transcurrieron para que volviera a retumbar en su consciencia el epitafio que su padre le dijo con el que dejó atrás su pueblo: “puedes huir del pasado, pero el pasado nuca te deja”. De no ser por esa frase que acaba de recordar, pensaría que el parto de su vida comenzó en la adolescencia, cuando dio el primer paso con el que cortó el cordón umbilical que lo separaba del nombre que alguna vez existió, y después otro paso más en el que aún palpitaba su pretérito, y así de pasos fue dando hasta que borró la historia cuando ya no hubo nada que se la recordara.  

El alcohol ha entrado como narcótico en sus neuronas, es un muerto contento; aunque tiene la desazón de que el motivo por el que está aquí no es su pasado remoto, sino su pasado inmediato, intentando  poner una dimensión justa al tiempo). Trata de recordar que lo trajo aquí… y como la suerte o como la muerte, que para el caso es lo mismo, cuando uno menos la espera, le llega. Subrepticiamente la memoria desempolva el recuerdo perdido… 

se ha sentido mal porque desde que tiene uso de memoria siempre quiso errar para perderse en el culo del mundo, arrogarse a/en la nada para seguir una dirección de viaje sin brújula y ser como esos seres mágicos que son capaces de aparecer en todos los rincones del planeta: los extraviados extraños o los extraños extraviados; cuando ve escenas tan miserables y desproporcionadas como la muerte de un vagabundo cuesta creer que le duela tanto. Fue el motivo que lo orillo a hacerle un homenaje fúnebre al futuro que ya no será, al fantasma del porvenir que vivió debajo de los puentes o donde la noche le vomitara, a los viajeros eternos y sin reparo. El único cementerio que pudo encontrar para tal ritual no es gratuito que se llame Los Olvidados

… y parece algo increíble porque tan sólo han pasado tres horas desde que vio aquel hallazgo e hizo un esfuerzo terrible por recordar. Después de todo cumplió con un doble sepelio, porque Solovino con el paso de la sequía ha desarrollado una desaforada virtud, es capaz de enterrar y cantar un réquiem a su memoria cuando así lo desea, nuevamente ha sepultado su pasado.

Se está haciendo tarde y es hora de regresar a casa en donde lo esperan su esposa y sus dos hijos,  los tres clavos que lo crucificaron en el madero de sus decisiones y su presente. Golpea la mesa maldiciendo que el amor  sea capaz de arruinar el futuro de la nada y que Solovino no le advirtiera que estacionarse por amor lo dejaría varado para siempre. Aún queda un diminúsculo y desproporcionado trago en la botella. Lo toma para no recordar el trago que lo trajo aquí…


________________________________________________________________________* en la que muchos familiares y desconocidos se embarcaron para cumplir con los designios del viaje tradicional, clásico, épico, triunfal y convertirse en los pletóricos Ulises modernos para regresar a casa con la desfase de la Historia, con las ilusiones destrozadas, con la piel vetusta y los sueños desalmados y ya para siempre con la mirada cuesta abajo… Fue aquella noche impávida y absorbida por la memoria cuando platicó con Solovino, un anciano que vivió unos meses en Resignación de las Peñas; siempre fue mal visto, no sólo porque era extraño, sino porque en los meses que estuvo parecía insensatamente feliz, pueblo al que le era difícil compartir tal estado de ánimo. En ese extracto en que la tarde se convierte en noche, Solovino caminaba por el escampado y vislumbró un punto que al acercarse se convirtió en persona, no sabía si contemplar a la persona o lo contemplado por  la persona, ambas escenas dignas de fascinación. Solovino miraba a Venus, cuerpo celeste que es ocaso de la tarde y alba de la noche. No deseaba distraerlo pero el ruido que ocasionó al pisar las hojas secas lo hicieron volver hacia él. Solovino vio a un chico flaco y correoso, tostado por la inclemencia del Sol. Sin saber porqué, el anciano le platicó que el único lugar al que no ha viajado es al espacio, pero que estaba seguro que esos puntos refulgentes que se ven en la noche si nos acercáramos más veríamos otras formas de vida, y lamentaba que este tipo de hazañas y proezas ya no tendrían cabida para él, el único consuelo que alberga es que siempre habrá viajeros sin reparo que escribirán la Historia del Futuro; que él sólo es un hombre destinado a seguir perdiendo y vagando con esta forma de vida, que si lo veían feliz los demás es porque es muy fácil malinterpretar la desdicha y que lo único que lo reconforta es vagar en línea recta, “una especie de peregrinaje, de viaje que procede siempre hacia adelante, hacia un punto imposible del infinito, como una recta que avanza titubeando en la nada”, como perro sin dueño; le era ajeno la dicha del viaje circular contemporáneo, que este pueblo y todas las ciudades han corroborado lo que piensa, que el volver solo paraliza y hace más insoportable la vida, hace que la pesadumbre sea eterna y a pesar de que él también tenga la desdicha encima nada más por ser humano, le pesa menos, porque no hay pasado

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