> Arcanum VI: Los gigantes de lava

jueves, 6 de junio de 2013

Los gigantes de lava


Los gigantes de lava

Por Diego Bang Bang

Primero fue la desaparición mutua de nuestras lenguas. Llamitas puntiagudas que ardían en los recovecos de nuestras oscuras bocas. Esa lucha milenaria por robarnos mutuamente el fuego del alma. Caminar y caminar con las manos trazadas por flamas... Relucientes como metal en ignición, hogueras paganas de la clandestinidad cotidiana. Prometeos pequeñitos, gigantes de lava.

Fuego tú, fuego yo... Nubes incendiadas y los dragones ya en marcha. Te recuerdo las infinitas citas en aquel café, la sonrisa de balsa y los ojos de luna. Poco a poco el aire del alma se entreveraba. Con esas trenzas de viento en el pecho, con los candelabros de la razón incendiada... Tus senos, las nalgas, nuestra mirada.

¡FUEGO! La gramática, la arquitectura, los planos... Tus pies en mis bisagras, mi llama en tu catedral. Mi mano se convierte en tu piel, las respiraciones una forma de la amalgama. Ese animal nocturno que ruge a bocanadas... ¡FUEGO! Tus piernas se estremecen, tu espalda se amaga y ese rostro se ha vuelto una espada. La fuerza decae, la luz atraviesa nuestra neblina.

Dislexia, mi amor, así le llaman... Un extinguidor y una llamada a nuestros bomberos. La lluvia moja a manera de lágrimas. Y cada día te veo menos de frente, algo me ha arrancado tu mirada. ¿De qué sirve arrastrarse cuando ya no hay savia?

Sintaxis, mi amor, dicen que es necesaria. Cada día nos hablamos menos porque los defectos no cambian. ¿Y los gigantes de lava? ¿El fuego del alma?

Una vez me contaron una historia sobre la lengua del alma. Me contaron que los hablantes se amaban a ultranza. Ellos, los hombres de la verdadera lingua franca, la escribieron en viejos pergaminos. La estudiaron y construyeron en sus más mínimos detalles. Era perfecta, mejor que cualquier arma. Un día esa lengua se extinguió.

Llegó una peste. Barrió las casas y los muelles. Encontró las camas y todos los muebles. Aún en aquel sufrimiento profundo ellos respetaron su lengua (con su gramática y sintaxis perfecta), se amaban. Dicen que sus palabras aún vuelan por las montañas y están grabadas en las piedras.

Mi amor, si me lo permites, deseo que aun en esta peste de lluvia de ranas no olvides nuestra llama. Espero que algún día los gigantes de lava se vuelvan piedra y en ellas nuestra lengua viva iletrada.

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