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sábado, 25 de junio de 2011

Alacrán (La Venganza de)



Alacrán (La Venganza de)
Por Diego Bang Bang
Le pedí a Yari-Yarie que cerrara sus ojos: «Me xixtl co. Eso era lo que repetían al comienzo de todas y cada una de las sesiones. Era una invocación hermosa del principio femenino. Sentados de manera estratégica para formar un maguey a los ojos cenitales de Quetzalcoatl. Cada uno de ellos disponía de cierta dosis de pulque condimentada con una fina capa de peyote: de cuando en cuando el ritmo percusivo marcaba los momentos para ingerir aquella bebida extática. Por favor, imagina que estás dentro de la oscuridad de sus ojos escuchando el cántico sagrado.»
Yari-Yarie abrió sus ojos al oír la voz de Don Jacinto para ofrecernos algo más; pedimos un curado de apio y un curado de maracuyá para proseguir: «El más viejo comenzaba a deambular entre los acólitos mediante una danza parsimoniosa mientras los demás con los ojos cerrados sólo percibían las pequeñas corrientes de aire del gurú enmascarado. Su traje de piel de serpiente producía un sonido seco al chocar contra su piel: movimientos espasmódicos concéntricos sobre el mismo eje, mientras la máscara de un dios iracundo irradiaba energía a cada uno de los rincones del templo.»
Un par de pulques dispuestos en la mesa, un par de sorbos (sincrónicos) que se escurrían de nuestras comisuras y nuestros ojos en absoluta complicidad (¿recuerdas, Yari-Yarie?), extendí mi mano hasta tocar la tuya y continuar con la desconcertante historia: «Así era todos los días, hasta que el último día de las celebraciones un hombre de semblante extraño llegó y se posó exactamente en la puerta del templo para preguntar por la máxima autoridad: nadie abrió los ojos y, por supuesto, nadie dejó de rezar el mito.»
Por un momento pensé que dirías algo al respecto, pero al igual que yo cuando me explicaste tu Chaos Theory guardaste silencio mientras mirabas el códice que había traído desde mi casa: «Su nombre era Alacrán, al ver que nadie respondió a su llamado se perfiló al lugar más alto de aquel templo en espera de Serpiente Voladora. Se sentó sobre el mandala de piel de serpiente en el que se había plasmado el mito de Mayahuel, un tanto en forma soberbia, un tanto en forma profundamente concentrada.»
Por fin dijiste algo mientras sorbías nuevamente aquel curado verde (tu segundo color favorito): «Joseph Campbell situaría ese momento como el momento cumbre: el oráculo siempre será el momento más intenso de todos los mitos. El oráculo es una dualidad.» A lo cual no tuve otra opción que asentir, Yari-Yarie: «Arribó Serpiente Voladora y preguntó por la identidad del foráneo. El foráneo no abrió los ojos ni tampoco movió músculo alguno, pero profirió una pregunta: “¿Por qué siguen repitiendo el mito? El mito no necesita de ustedes…”. Alarmado Serpiente Voladora dijo: “El mito es más grande que nuestras manos, que nuestros sueños, que nuestras conciencias; pero nuestra fe es lo que lo reinventa: la manera de demostrar nuestra fe es repitiéndolo infinitamente.” “¿Qué pasaría si tú dejarás de creer?”, dijo Alacrán con profunda morbidez. “Alguien más lo haría…”. “Eso es correcto, pero los iniciados sabemos que se necesita de un sacerdote, que el sacerdote es la llave para perpetuar el mito. Veo que todos los aprendices son muy jóvenes, nadie de ellos tiene la entereza para sostener la rigurosa doctrina. Así que si tú murieras el mito moriría contigo…” “Eso no es cierto… El mito es más grande que nuestra historia, Alacrán. Tú mismo creías fervientemente en el mito y sabes muy bien que no podrías pergeñarlo con tu traición.” “Tú fuiste el encargado de introducir la traición a esta historia. Tú y ella”. De inmediato de una tela húmeda color rojo saltó la cabeza cercenada de una mujer. Serpiente Voladora la miró estupefacto. Alacrán le miró socarronamente y, por fin, dijo: “La reinvención de los mitos corre a cargo de los hombres. He decidido mancillar con el veneno de la venganza el mito de Mayahuel.” Acto seguido empuño la filosa obsidiana y la clavó en el cuello de su hermano.»
Recuerdo tus ojitos desorbitados y tu mueca como si la sangre de Serpiente Voladora hubiera chisporroteado frente a ti, Yari-Yarie. Casi al final de nuestra segunda ronda te dije que así había sido como el mito pulquero había sido profanado y de cómo el pulque tuvo que sobrevivir como una bebida para iniciados durante el periodo de la Conquista. «De hecho, Yari-Yarie, desde el altercado entre Alacrán y Serpiente Voladora se empezó a generalizar un desdén para con el principio femenino hasta llegar a la denostación total del mismo por parte de la cosmovisión católica.» Al final del mito (curioso tú sólo enarbolabas teorías) me dijiste: «¡Caray! ¿cómo lo hubiera analizado Jung con su psico-antropología?», mientras bebías otro delicioso trago de curado de piñón.

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