> Arcanum VI: Cinco canciones de amor y un universo paralelo II

viernes, 15 de octubre de 2010

Cinco canciones de amor y un universo paralelo II

Beyond Here Lies Nothing...

Por Diego Bang Bang

El carro avanza colina arriba… Su piel levemente tostada por el sol de la creciente tarde se reflejaba en los espejos del automóvil. Mi mano tocaba su rodilla de manera esporádica. Su indómito perfume irrigaba sus tentáculos hasta mis epitelios nasales: un olor sensualmente adornado por el toque femenino. Un día hermoso, sin duda. Sus manos apuraban maniobras sobre su rostro mientras sus ojos se asomaban en los espejos propios de los pasajeros. El pequeño pueblo ya indicaba, en la mirada de los autóctonos, nuestra llegada. Por fin aparcamos en la casa de un lugareño y comenzamos a recorrer nuestro camino a pie: lentes oscuros, nuestras manos amarradas en un nudo indisoluble y un par de gráciles sonrisas. La escalada fue ardua pero divertida; de tiempo en tiempo nuestros cuerpos servían de soporte al otro. Los besos eran signos intermitentes del deseo latente: besos cortos, suaves, delicados. La picardía sexual también se hizo presente, por momentos sus refinadas nalgas se restregaban contra mi miembro, por momentos sus senos languidecían, a la luz de la hermosa tarde, a través de su menuda blusa de tirantes. Para cuando cansinamente habíamos llegado a la punta el sol comenzaba a regalarnos sus últimos caramelos de luz. Ella adelantó unos cuantos pasos hacia uno de los bordes, el sol se reflejaba magnánimamente en los cristales de sus lentes, y, de manera inmediata, anduve a su encuentro: mis manos se postraron en su cadera y mi pecho encontró sus firmes omoplatos. Clavé mi nariz por unos segundos en la parte trasera de su cuello, precisamente en ese lugar donde la piel es más sensible. Respiré, de igual manera, en sus delicadas orejas y, desde mi corazón volcado, pronuncié: “Es hermoso compartir esta vista contigo”. Nuestras respiraciones se amalgamaron en una misma bocanada. Ella sonrió ampliamente mientras dio vuelta a su cuerpo (sus pezones henchidos por la emoción se restregaron a mi pecho) y comenzó a surcar (contracorriente) el viento raso de aquel pináculo para trepar sus manos sobre mi espalda y devorar mis labios embebidos por el deseo .Pronto el sol sirvió como telón de fondo para uno de los besos más apasionados de toda mi vida.

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