11) Condicional:
abrir bien los ojos
El hombre baja del vagón y
comienza a reprobar con la cabeza. Sus pies se arrastran a causa de un
accidente, como bien lo hizo saber durante su trayecto. Trae un par de muletas
adheridas a sus brazos. Su expresión es de desesperación mientras cabecea. Su
piel ha perdido color en todos estos años de pedir ayuda. Una profunda
impotencia se asoma en sus ojos y su boca.
***
Su cama es una rampa para
discapacitados. Huele a podredumbre. El cartón y la cobija con los que duerme
parecen chamuscados por la acumulación de mugre. Todo el tiempo profiere
groserías. La gente pasa y lo mira maldecir. Algunos piensan que son ellos el
objetivo de aquellas injurias. Su cuerpo repta a espasmos por Puente de Alvarado.
De algún modo, es a todos a quien ofende con sus enunciaciones. A la ciudad. Al
país.
***
Se encuentra parada en la esquina
de la avenida Héroes Ferrocarrileros. Viste una chamarra barata de algo
parecido a la piel. Su acompañante huele solvente. Ella cuenta una historia
sobre un hombre. En particular, sobre la amenaza que le hizo ese hombre. Su ojo
luce una aureola. Una aureola asimétrica. Un golpe propinado, ¿por el hombre
del relato? Un golpe asestado, ¿por la ciudad, por el país?
***
Cuando lo conocí tenía el cabello
en forma de arbusto. Ahora lo tiene en forma de casco ensortijado. Calza tenis
anchos de skater, aunque seguramente
no patina. Viste un chaleco rosa del gobierno local de lunes a viernes. Es
moreno. Como su mamá. Y habla lento. Como su mamá. Recoge basura. Como su mamá.
Pocas veces habla. Y, si lo hace, es para asentir. Para encaminar la basura de
la colonia al repositorio móvil más cercano. Las hojas caídas lo siguen en su
trayecto de pequeño Frankenstein. ¿Cuál será su nombre? ¿Alguna vez conoció a
su padre? ¿Vive en un basural?
***
Manos finamente delgadas que
tocan un piano ficticio a la luz de las velas. Sus piernas son largas y blancas,
recorridas por torrentes verdosos. También su cara es de una fresca blancura.
Suele vestir blusas transparentes. Su espalda está marcada a tinta por dos alas
negras. El plumaje frondoso de un cisne. Labios pintados de un pálido naranja.
Ojos de prostituta, de águila cazadora. Habla por celular mientras mira a los
roedores. Puede penetrar tu ano con su pene delicadamente o lamer tus
testículos con voluptuosidad femenina. Los clientes con antigüedad compran dubonnet para el encuentro y se lo
sirven en las rocas. Su nombre es Paulhan. Su signo es la androginia. Su carta
el arcano XV, el Diablo.
12) Condicional: un
poco de suerte
Las hojas caen dramáticamente,
son un velo. Un ornamento para la visión. Una anteojera necesaria para poder
reconocer los escombros, las ruinas. Un tamiz calibrado para recoger las
historias, los gestos y las voces.
Las hojas caen fidedignamente,
son un designio. Un augurio de la escritura. Un amuleto entre tanta realidad
obliterada. Entre tanta realidad de plasma, plasmada en la ubicua
pantalla.
La realidad es un coitus interruptus que dura un meme. La erección de la realidad dura
muy poco y sus procesos se han visto pervertidos. Entre tanta intermitencia, la
jauría de perros que ladra en su babel, el coito prolongado de la literatura es
inconcebible. Por eso, las hojas que caen dramáticamente son un signo. Son una
suerte. Un sino de la escritura.
13) Condicional: la vocación de incendio
14) Condicional: encontrarse
Fenómeno curioso cuando el amor
comienza entre lágrimas. El cuerpo hierve en deseo sexual, en su lógica carnal
irrefrenable. La mente se bambolea entre celos y aprehensiones.
Ella descansa en tu pecho
mientras lanza preguntas inexactas: ¿deberíamos estar juntos? ¿nos merecemos
mutuamente? Un verso aparece en nuestras cuatro paredes (¿mentales?): “No supe
ser el que tú esperabas, yo sólo soy el que supo llegar”. Su sueño se acerca a
tus ojos: una marca antigua en forma de alacrán emerge de su empeine. Un veneno
corroe tu garganta. Es dulce, sabe a vino, y es amargo también. Es un éxtasis.
Una patología extática.
Regresas a la vieja computadora y
lo puedes ver claramente: un café con leche, un cigarrillo entre su adictiva
boca y las gotas de lluvia que mojan Bucareli. Puedes verlo claramente: eres
nuevamente ese adolescente enamoradizo. El mismo que llora de felicidad por
descubrir el amor.
Y llueve, llueve y llueve de
felicidad en la ciudad.
15) Condicional:
perder la decencia
Se abre una rendija existencial y aparece el miedo. Ella
lame el pecho de él. Botellas de vino tinto por todo el lugar. Sabes que se
habían deseado por mucho tiempo. Discretamente, furtivamente, respetuosamente.
Era cuestión de dejarlos libres. De quitar los diques sociales de las buenas
maneras y el chauvinismo emocional. Cortar el cordón umbilical societario.
Estás sobre un bote de pintura.
Ella olisquea su pene. Él agarra su nuca y la nalguea. Tú no puedes hacer nada.
Ni siquiera es una ventana de sótano para romper el cristal. Es una ranura en
el concreto. Tus manos golpean la pintura amarilla fúnebre del cuarto
inexpugnable. No quieres seguir observando, pero es inevitable.
Y entonces ella le pide la penetración. Y nunca la habías
visto mejor. Tan ahíta de placer. Grita y grita y grita. Tú mueres un poquito.
Lloras sin lágrimas. Ya no hay sustancia en ti. Cada noche la pesadilla es la misma. Lucky once, never twice.
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