> Arcanum VI: Ciudad Palimpsesto III

miércoles, 17 de mayo de 2017

Ciudad Palimpsesto III

Por Diego Bang Bang

11) Condicional: abrir bien los ojos

El hombre baja del vagón y comienza a reprobar con la cabeza. Sus pies se arrastran a causa de un accidente, como bien lo hizo saber durante su trayecto. Trae un par de muletas adheridas a sus brazos. Su expresión es de desesperación mientras cabecea. Su piel ha perdido color en todos estos años de pedir ayuda. Una profunda impotencia se asoma en sus ojos y su boca.

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Su cama es una rampa para discapacitados. Huele a podredumbre. El cartón y la cobija con los que duerme parecen chamuscados por la acumulación de mugre. Todo el tiempo profiere groserías. La gente pasa y lo mira maldecir. Algunos piensan que son ellos el objetivo de aquellas injurias. Su cuerpo repta a espasmos por Puente de Alvarado. De algún modo, es a todos a quien ofende con sus enunciaciones. A la ciudad. Al país.

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Se encuentra parada en la esquina de la avenida Héroes Ferrocarrileros. Viste una chamarra barata de algo parecido a la piel. Su acompañante huele solvente. Ella cuenta una historia sobre un hombre. En particular, sobre la amenaza que le hizo ese hombre. Su ojo luce una aureola. Una aureola asimétrica. Un golpe propinado, ¿por el hombre del relato? Un golpe asestado, ¿por la ciudad, por el país?

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Cuando lo conocí tenía el cabello en forma de arbusto. Ahora lo tiene en forma de casco ensortijado. Calza tenis anchos de skater, aunque seguramente no patina. Viste un chaleco rosa del gobierno local de lunes a viernes. Es moreno. Como su mamá. Y habla lento. Como su mamá. Recoge basura. Como su mamá. Pocas veces habla. Y, si lo hace, es para asentir. Para encaminar la basura de la colonia al repositorio móvil más cercano. Las hojas caídas lo siguen en su trayecto de pequeño Frankenstein. ¿Cuál será su nombre? ¿Alguna vez conoció a su padre? ¿Vive en un basural?

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Manos finamente delgadas que tocan un piano ficticio a la luz de las velas. Sus piernas son largas y blancas, recorridas por torrentes verdosos. También su cara es de una fresca blancura. Suele vestir blusas transparentes. Su espalda está marcada a tinta por dos alas negras. El plumaje frondoso de un cisne. Labios pintados de un pálido naranja. Ojos de prostituta, de águila cazadora. Habla por celular mientras mira a los roedores. Puede penetrar tu ano con su pene delicadamente o lamer tus testículos con voluptuosidad femenina. Los clientes con antigüedad compran dubonnet para el encuentro y se lo sirven en las rocas. Su nombre es Paulhan. Su signo es la androginia. Su carta el arcano XV, el Diablo.  

12) Condicional: un poco de suerte

Las hojas caen dramáticamente, son un velo. Un ornamento para la visión. Una anteojera necesaria para poder reconocer los escombros, las ruinas. Un tamiz calibrado para recoger las historias, los gestos y las voces.

Las hojas caen fidedignamente, son un designio. Un augurio de la escritura. Un amuleto entre tanta realidad obliterada. Entre tanta realidad de plasma, plasmada en la ubicua pantalla.   

La realidad es un coitus interruptus que dura un meme. La erección de la realidad dura muy poco y sus procesos se han visto pervertidos. Entre tanta intermitencia, la jauría de perros que ladra en su babel, el coito prolongado de la literatura es inconcebible. Por eso, las hojas que caen dramáticamente son un signo. Son una suerte. Un sino de la escritura. 

13) Condicional: la vocación de incendio








14) Condicional: encontrarse

Fenómeno curioso cuando el amor comienza entre lágrimas. El cuerpo hierve en deseo sexual, en su lógica carnal irrefrenable. La mente se bambolea entre celos y aprehensiones.

Ella descansa en tu pecho mientras lanza preguntas inexactas: ¿deberíamos estar juntos? ¿nos merecemos mutuamente? Un verso aparece en nuestras cuatro paredes (¿mentales?): “No supe ser el que tú esperabas, yo sólo soy el que supo llegar”. Su sueño se acerca a tus ojos: una marca antigua en forma de alacrán emerge de su empeine. Un veneno corroe tu garganta. Es dulce, sabe a vino, y es amargo también. Es un éxtasis. Una patología extática. 

Regresas a la vieja computadora y lo puedes ver claramente: un café con leche, un cigarrillo entre su adictiva boca y las gotas de lluvia que mojan Bucareli. Puedes verlo claramente: eres nuevamente ese adolescente enamoradizo. El mismo que llora de felicidad por descubrir el amor.

Y llueve, llueve y llueve de felicidad en la ciudad.

15) Condicional: perder la decencia

Se abre una rendija existencial y aparece el miedo. Ella lame el pecho de él. Botellas de vino tinto por todo el lugar. Sabes que se habían deseado por mucho tiempo. Discretamente, furtivamente, respetuosamente. Era cuestión de dejarlos libres. De quitar los diques sociales de las buenas maneras y el chauvinismo emocional. Cortar el cordón umbilical societario.

Estás sobre un bote de pintura. Ella olisquea su pene. Él agarra su nuca y la nalguea. Tú no puedes hacer nada. Ni siquiera es una ventana de sótano para romper el cristal. Es una ranura en el concreto. Tus manos golpean la pintura amarilla fúnebre del cuarto inexpugnable. No quieres seguir observando, pero es inevitable.

Y entonces ella le pide la penetración. Y nunca la habías visto mejor. Tan ahíta de placer. Grita y grita y grita. Tú mueres un poquito. Lloras sin lágrimas. Ya no hay sustancia en ti. Cada noche la pesadilla es la misma. Lucky once, never twice.

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