Las sopas
maruchan yacen medio vacías o medio llenas, según se las vea. No tragábamos
nada más en aquel tiempo. En verdad me parece curiosa la palabra tiempo. Decirla,
escribirla y ya no se diga pensarla. Cuando la pienso para referirme a aquel
tiempo es como una espiral de volutas con olor a marihuana. O como un delicioso
mareo posterior a un orgasmo. Así era aquel tiempo: un bello mareo posorgasmico
con olor a marihuana.
De Lulú mucho se
puede decir, pero basta decir que oímos sus gemidos mientras tiraba y también sus cánticos en el
metro para alimentarnos. Nos enseñó expresiones tan particulares como coño de su madre y por ella aprendimos
el sentido y la profundidad de andar pegados.
En algún momento, llegamos a suponer su locura como secuela por conocer México.
O, al menos, de conocer a tres con ese gentilicio. Nadie lo sabe. Ni siquiera
la Psiquiatría.
En más de una
ocasión nos vio volvernos mierda: en su casa o en el terreno irregular de Santo
Domingo. Al palpar el agua de su excusado o también al dormir en su aposento
llorando a causa de alguna traición amorosa. Vimos, bajo su techo, los ojos de
Radián ponerse más rojos que los atardeceres de Marte. Fuimos testigos, a las
afueras de su morada, del trance de Clavijero a causa de una ingesta innoble de
Válium o algo parecido al Diazepam.
Percibimos la
muerte de la mujer en turno, para luego aullar como cisnes negros. De muchas
maneras, en esos cuartos llenos de antipoesía, comenzamos a delinear nuestra
convicción literaria. Miramos a los ojos de los “literatos”. Aquellos que ya lo
son, porque así han decidido declararlo. Ellos, los ganadores de premios de
poesía o narrativa. Ellos, los fundadores de casas de cultura con su nombre.
A decir verdad, sólo
palpamos algunos de los bordes de este exquisito limbo. Nacido del arquetipo de
Auxilio Lacouture. Quizá Lulú no conocía a todos los escritores de nuestra
generación, pero de alguna manera quienes la conocían intuían algo poético en
ella. Esa flama conmovedora que deja malparado a cualquiera. Porque en lugar de
encontrar una madre, encontramos a la mujer compañera. Lulú no como un Auxilio
sino como un Exilio.
los amo.
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