> Arcanum VI: Poética de chile pimiento (comatorium amoris)

domingo, 9 de noviembre de 2014

Poética de chile pimiento (comatorium amoris)

Por Diego Bang Bang


17) Toda obsesión conlleva una serie inesperada de conexiones insólitas. Los sueños terminan por ser videojuegos, la gente suele expresarse a través de viñetas de cómic o los lapsus verbales convierten los sustantivos en adjetivos. La obsesión, de esta manera, se vuelve una anteojera y -entonces- el nombre de un amor pasado se aparece en el parabrisas de algún camión citadino o luce en la marquesina de cualquier fonda rural. La obsesión produce inesperadas conexiones insólitas que pueden llevar a la locura más sublime o un ridículo inmarcesible.

La obsesión, siempre he pensado, ha sido infravalorada. La obsesión, últimamente lo he pensado, es una expresión del exceso. Obsesión y exceso se mueven en el mismo remolino semántico y uno nunca termina por identificar sus fronteras. Y, quizá, obsesión y exceso sean el binomio que conforma la pasión. Así, por ejemplo, cuando hablamos de una pasión no estamos hablando de otra cosa que de la conjugación de la obsesión y el exceso. De este modo, la pasión sería un eufemismo que no contiene el sesgo patológico de la obsesión y tampoco la vindicación moralizante de la palabra exceso. Por lo anterior, hablaré de mi última gran obsesión: nuestra poética de chile pimiento.

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18) We're Red Hot:  tu fina mano delgada sobre mi abultada mano reseca. Esa imagen me hace pensar que esta historia (nuestra historia), debe comenzar por negar las dicotomías. Moverse allende de los opuestos complementarios. ¿Y si pudiéramos ser unidad todo el tiempo? La trémula línea de bajo de Flea + la fantasmagórica melodía de guitarra de Slovak; el verso dipsómano de Kiedis + el burlesque rítmico de Will Ferrel. Allende de tus cejas lunares y mis pestañas solares. Una misma cosa: Marte + Jupiter. El asterisco magnolia: Robert Johnson + George Clinton.

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19) José “El Frus” Martínez del Campo, restaurante bar Jarritos, México DF, noviembre de 2024. Estaba sentado en una de las mesas de arriba. Tenía en su mano una pluma plateada y pergeñaba garabatos en una libreta tamaño carta. De cuando en cuando, alzaba la vista para pedir otra cerveza. Al principio me pareció, así visto a la distancia, un pretencioso cualquiera. En los 8 años que llevaba de ir al lugar, los jueves de cada semana, había visto desfilar a los de su calaña por montones. Tipos pretenciosos que se autoproclaman escritores por el simple hecho de portar una pluma y un pedazo de papel. Decidí ignorarlo entonces.

Sin embargo, conforme avanzó aquel juevebebes, tuve que interesarme en él. Primero, porque el pretencioso había desmontado su suéter para descubrir una playera de los Red Hot Chili Peppers. Segundo, porque el pretencioso había puesto 3 canciones de la misma agrupación en la vieja rocola del lugar. No tengo que aclarar, a estas alturas del relato, que mi apodo viene devengado de mi afición por los Red Hot. Con el alcohol apoderado de mi voluntad decidí acercarme a su mesa y comenzar una conversación. Desde la primera palabra que profirió, todo me resultó más nebuloso y mágicamente extraño.

No recuerdo su nombre, pero sí su boca ladearse al contarme su empresa escritural. El tipo en cuestión estaba inmerso en una empresa titánica y, por lo tanto, hermosa: escribir de cada una de las canciones de los Red Hot un relato. Le llamaba el Proyecto Escritural Chile Pimiento (PECP). Mientras sostenía nerviosamente su libreta, me enseñó varios de los relatos ya trazados. Ahí estaban Scar Tissue, Freaky Styley, Fight Like a Brave, Suck My Kiss y muchas otras. Emocionado de escucharlo, empinaba mi Bohemia incansablemente. Hasta que el desconocido miró su reloj y cambió de semblante. Me dijo que debía marcharse y me regaló $ 10 para una cerveza más. Lo vi descender la pequeña escalera de madera del Jarritos como una bruma citadina. Después en la pequeña ventana que da a la calle en la parte de arriba, vi pasar finalmente su melena ensortijada. 

En años posteriores, como cada jueves, nunca dejé de ir religiosamente a aquel bar. No le volví a ver por ahí. Tengo la sensación de que aquel encuentro fue un sueño o una alucinación. Un desdoblamiento mío o de una pulsión enquistada en lo más hondo de mis deseos. A veces he llegado a imaginar que encuentro aquella libreta en una fría banca de la avenida Juárez. Eso es lo que pienso cada vez que suena una canción de los Red Hot en la vieja rocola del Jarritos.

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20) Céfiro ondea tu hermoso cabello con su viento fructífero. No obstante, el hermoso girasol que prende de él permanece incólume. El hermoso girasol resplandece in crescendo conforme el vals de Céfiro se anuda a la cascada de tu cabello. Eso es lo que alcanzo a ver desde este balcón donde he colocado el caleidoscopio. La lente tiembla, pero los colores permanecen. Tu cabello ondea y el girasol permanece incólume. Algunos le han dado en llamar la Canción de Céfiro. En ella se cuenta el abismo de colores que antecede al espejo de la luna. El abismo avanza conforme mi necesidad de buscarte también lo hace. Mis pupilas tiemblan y la oscuridad permanece. En ella tu cabello ondea y el girasol permanece incólume. Algunos le han dado en llamar el Espejo de la Luna.

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