“Teatro psicotrónico: el único y verdadero”, así se
anunciaba un inmueble ubicado en la calle Puebla en la colonia Roma. El
lugar había pertenecido a Bef, un dibujante y escritor epígono de la ciencia
ficción mexicana.
Este lugar fue el resultado de la mezcla entre un profundo
amor por el teatro y una fascinación extrema por la ciencia ficción. La idea
primaria fue de Francisco Tario y el Dr. Alderete a mediados de los años
ochenta. El primero, amante furtivo de los pisos de madera (tablones); el segundo, apasionado del kitsch, la serie B y la ciencia ficción metafísica. Sin embargo,
por motivos contextuales, coyunturales e incluso extrasensoriales no pudo
concretarse en aquel año de 1984.
Las principales razones fueron: la prematura muerte de Tario
(muerte por amor) y la consecuente retirada de Alderete. Este último se dedicó
a ilustrar la escena surf-garaje
mexicana a través de carteles, productos audiovisuales y demás parafernalia
artística de alta calidad. A la postre, formaría parte de la agrupación Gallo
Negro.
Durante la primera década del S. XXI, Bef dio con la idea
anidada en lo más profundo de la historia del teatro mexicano. Bef conoció a un
joven director de teatro de nombre Alberto Villarreal. Él le contó el mejor
secreto guardado del teatro mexicano. A Bef le fascinó la idea como todo lo que
tuviera que ver con la ciencia ficción.
Pasó un tiempo más, los quarks se desplazaron en el eje
temporal, y Bef se hizo un escritor y dibujante reconocido. Se codeaba con Juan
Villoro en ferias del libro nacionales e internacionales. Se había convertido
en el heredero, según la crítica, del coto literario de la égida Taibo.
Este reconocimiento le valió un mejor estatus económico y
con ello el impulso de varias ideas y proyectos pendientes. Entre ellos, la
realización de Dune a la mexicana con
los storyboards originales de Jodorowsky.
También, entre estos proyectos, se encontraba el teatro psicotrónico con el que
habían soñado Tario y Alderete.
Junto con Villarreal y un joven dramaturgo de apellido
Alcocer, se juntaron las energías suficientes para echar adelante la empresa
teatral. Compraron un predio a medio derruir, en la cual Villarreal vivió la
mejor etapa de su teatro, y juntaron el equipo técnico necesario para poder
tener temporadas completas.
El día de la inauguración, en el natalicio de William
Gibson, montaron una obra de Tario. La idea era hacer del teatro un lado B de
la ciencia ficción cinematográfica. Una de sus premisas era que el cine había
hecho mucho daño a la ciencia ficción. La había convertido, según sus
postulados estéticos, en un producto desechable y en un espectáculo digerible
de salas 4D.
En aquella primera función se hizo un montaje muy básico en el que se proyectó material audiovisual diverso del Dr. Alderete. "El caballo asesinado" fue el título de esa primera escenificación. Una adaptación de lo que se considera la primera dramaturgia de ciencia ficción en México. El montaje se basaba en la fuerza motriz de la actuación y en el poder de la repetición dadaísta. Según contaron los privilegiados asistentes, el montaje era un eterno ensueño que te hacía perder los cabales más mínimos de la temporalidad.
(El texto hace mutis)
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