> Arcanum VI: Mi blues en mí menor

sábado, 3 de mayo de 2014

Mi blues en mí menor

Por Diego Bang Bang

1) Al final fue el blues, esa rasgadura placentera, lo que nos encontró. O tal vez nosotros lo encontramos sin darnos cuenta. En todo caso, ahí estaba: en cualquier póster de cualquier acera de alguna pared. O tal vez en las pérfidas cervezas, también placenteras, que habíamos de derramar en los labios. Porque lo nuestro no fueron cosas melífluas ni adoquinadas. No lo sé, no lo sé: presiento que fue algo más. ¿Se les llama corazonadas? Tal vez certezas.

2) Quizá las mariposas no se permitan en esto del blues. No recuerdo a ningún bluesero coquetear con las mariposas. Y es que todo en el blues es campos de algodón, espinas en el corazón y tristeza… mucha tristeza. El merodeo de los lobos y el canto de las hienas, pero nunca el revoloteo de las mariposas. No obstante, mi blues, cuando comenzamos con nuestro pequeño enamoramiento todo era mariposas. O, más exactamente, sombras de mariposas. Algo oscuro debía de tener, ¿o no? Y entonces cerraba los ojos y veía esas sombras coleópteras revolotear como en un grabado hermoso. ¿José Guadalupe Posada alguna vez grabó mariposas? No lo sé, no lo sé: en algún rincón de mi memoria sí que lo hizo.

3) ¿Sería perogrullo bluesero decirte que me causas mucha tristeza? Me dueles cada arpegio, cada acorde; incluso cada nota. Me dueles en esos ojos claros de gitana y en esos labios inmensos de avenida. Me dueles y pienso el porqué de esta tristeza y el porqué de su conjugación en tiempo presente. A veces, mi blues, tengo la sensación de que el dolor es una cuestión humana irrecusablemente presente y presencial. Un gemido de armónica presente y presencial en la sinfonía caótica del día a día.

4) Al escribir este texto, mi hermoso blues, tengo la sensación de vivir un infinito déjà vu. Una muletilla infinita y en la vorágine repetitiva estás tú. Estás ahí a la orilla de algún libro de Dylan, tan callada y blanca como el papel. Estás ahí en lo más profundo de la herida que horadas con ceniza. Estás ahí desnuda en los sentimientos y vertida sobre ti misma. No hablas, pero tampoco callas aunque estés callada. Y entonces el déjà vu también es paradoja y la paradoja es hermosa porque no es presente ni pasado. El déjà vu eres tú en lo más hondo de la herida. Un hermoso blues en mí, menor.

5) ¿Fuimos blues, mi blues? ¿Con cada beso se llenaba nuestra Copa de la Tristeza? ¿Fuimos campo de algodón, espinas en el corazón? ¿Fuimos el aullido de los lobos y el canto de las hienas? Y nuestras sombras, ¿sombras de mariposas? Ruego a Robert Johnson no haber sido melodía bendita. Doy gracias por haber nacido bajo la maldición del blues, de nuestro blues

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