> Arcanum VI: enero 2014

jueves, 30 de enero de 2014

Escribir a mano

Por Diego Bang Bang

Escribir a mano tiene todavía algún encanto. Pienso si el enunciado anterior debería tener signos de interrogación. Porque escribir a mano es una actividad que ha venido a menos. No obstante, son pocos los que se lamentan de ello. No se lamentan, al menos, tanto como en cuanto al detrimento de la lectura. Y tienen razón, porque la lectura es más importante. Muchos podríamos dejar de escribir y no sucedería nada. Pocos son indispensables para las perras negras.

Escribir a mano se parece un mucho a masturbarse. En ambas actividades el autor deja pasear a la mujer por su cabeza. Escribir a mano, entonces, es tan vulgar como la chaqueta. Es curioso como es más sencillo, en ambas manualidades, ser perverso, ser un puerco. Cuando se trabaja en ello, basta pensar un par de tetas, un par de nalgas o el rostro de placer de alguna vecina o compañera de trabajo.

Escribir a mano es hacerse un masaje. Uno muy necesario en la conciencia. Más cuando se ha tenido un día de la chingada: todos los pendientes se volvieron independientes. La gripa asomó todo el día por las fosas nasales y se encerró en los oídos. Entonces se necesita un masaje: respirar hondo, olvidar todo. Incluso a Ella.

Escribir a mano para Ella. Esa era la verdadera razón, el impulso primordial. Ella que se ha convertido en una ansiedad constante: una necesidad. Escribir a mano para no caer en la tentación de charlar con Ella. Escribir a mano para repasar lo poco (que es mucho) que se sabe de Ella. Escribir a mano para consignar las notas mentales en hechos nodales.


Escribir a mano para después masturbarse. Todo se acabará cuando tus manos se muevan en aquella geografía. Y entonces tendrás que volver a escribir con las manos vacías.

miércoles, 8 de enero de 2014

Dolencias III (Recordar es sufrir)


Por Diego Bang Bang

1 de enero de 2014

Ya es enero y comienzo a recordar. El frío se instala con mayor comodidad en todos los rincones de la ciudad. Hay varios cumpleaños pendientes en este mes furtivo (entre ellos el tuyo). En mi cuarto no deja de sonar “Berlin” de Lou Reed.

2 de enero de 2014

Es impresionante que los arreglos de “Berlin” describan tan bien nuestra historia. En la primera canción hay un sonido festivo de fondo, una melodía que se ufana de ser un cumpleaños. Supongo que no todas las sincronías son siempre milagrosas, porque fue al escuchar este arreglo que me acordé de tu próximo cumpleaños. Me acordé también de lo pesado que enero se vuelve para mí. Enero, ahora lo entiendo, es una capa de hierro, un pesado monolito que se encalla en mi cabeza cada año. Una presencia oscura, una tóxica sustancia que irriga mis neuronas. Antes de dormir decidí escribir esto para tranquilizarme un poco. La verdad es que no entiendo por qué lo escribo como si hubiera un interlocutor inmediato. Y como si éste fueras tú...

3 de enero de 2014

Llevo cerca de dos semana con insomnio crónico. Es el mismo número de semanas que llevo de vacaciones. Y, por supuesto, es el mismo número de semanas que llevo pensando en ti. Curioso es que la tercera de estas actividades se encuentre en gerundio. Como curioso también es que haya encontrado un viejo diario de la preparatoria y algunos videos familiares de hace ocho años. Te diré la verdad (¿puedo comenzar a decirte mi amor otra vez?), recordar comienza a darme náuseas. De hecho, esta sensación se vuelve más intensa cuando el recuerdo es en video. ¿Sabes?, pienso que sería realmente nauseabundo mirar los videos de nosotros cogiendo. Recuerdo cuando decías: “quiero grabarnos”. La verdad, mi amor, pensaba que era puro esnobismo tuyo por querer utilizar la cámara de tu brand new cellphone. ¿Te cuento una última cosa? Esto de escribir por las noches me ha sentado bien: ahora me desespero menos cuando mis ojos se encuentran acechando en la oscuridad.

4 de enero de 2014

Hoy pensé algo que quiero contarte (¿ya me diste permiso para llamarte mi amor?). El disco “Berlin” en un universo paralelo pudo haberse llamado “Blanes”. Y si a Bolaño lo proponemos (en un ejercicio fresaniano) como el adicto masculino de la pareja... pues el nombre de Caroline quedaría a la perfección. Te decía que no todas las sincronías son milagrosas, pero otras lo son.

Por cierto, hoy me dolían las manos por el frío y prendí la estufa para calentarlas un poco. No es muy agradable este subterfugio. No sé por qué a Bolaño le resultaba.

Ahora que lo pienso... ¿Te parece si te llamo Carolina? De cualquier manera, en este ejercicio escritural se necesitan nomenclaturas. Otras muchas veces te he llamado Ariadna y no me desagradaría hacerlo ahora. Sin embargo, Carolina es más ad hoc en este momento. ¡Buenas noches, mi amor! ¡Mi fermosa Carolina!

5 de enero de 2014

¡Carolina! ¡Carolina! ¡Mi amor! Seguro hoy tendré una pesadilla. Nunca vayas a escuchar el octavo track de “Berlin”. Es horroroso. En el fondo, casi al final de la canción, se escuchan los gritos de sufrimiento de un niño o de varios. En nuestro disco (“Blanes”), este track se llamaría “Aeon” y sería un crossover con el octavo track del “Crying Light” de Antony & The Johnsons que, a su vez, sería un crossover con el capítulo ese de Rayuela en el que La Maga le escribe una carta a Rocamadour. Te escribo esto porque en el fondo sé que no lo vas a leer. Ojalá nunca escuches ese track. Es parecido a cuando me mandaste correo electrónico y me dijiste que habías soñado con Eón (“[...] con el bebé”). ¿Y recuerdas que me dijiste que no sabías a quién contárselo? Pues yo tampoco... Por eso no lo vayas a escuchar.

6 de enero de 2014

El primer cuento de “El Gaucho Insufrible” se llama “Jim”. El sexto track de “Berlin” se llama “Oh! Jim”. Podemos dejarlo así en nuestro LP. ¿Qué te parece? Seguramente tendríamos que cambiar algunas cosas, pero en esencia me gusta lo que representa Jim. Uno de esos fantasmas que aparecen en la vida de vez en cuando. Como Baruk. El chico que hizo la única fiesta punk a la que fuimos juntos. El mismo que nos preparó deliciosos tragos en color azul. Quien nos prestó la única cama ajena en la que no fuimos ajenos. Ese es Jim. Aparece y te ofrece un momento inolvidable. Posteriormente, Arturo Belano se alejará de Carolina, pero el recuerdo permanecerá. Justo como Jim. ¡Oh Jim!

7 de enero de 2014

La canción que más me gusta de “Berlin” se llama “Bed”. Trata acerca del suicidio aséptico de Carolina. Hoy pensé esto: si hubiéramos seguido juntos, hermosa Carolina, seguramente alguno de los dos habría muerto. O, mejor aún, hubiéramos muerto juntos. Espera... No me lo tomes a mal. Es una idea romántica. Bellamente expresada. Luego entonces, Carolina azucarada, no llegamos al noveno track de nuestra historia. Nos quedamos en el octavo, ese que te digo que no escuches nunca. O, más precisamente, en el limbo entre el octavo y el noveno. Ahí justo donde todo es enojo, rabietas y desesperación. Donde yo pateo la arena y tú no sientes nada cuando te penetro. Justo ahí donde no vuelvo a buscarte y tú terminas por odiarme. Sólo un tiempo... el necesario para no volver a extrañarme.

8 de enero de 2014

Son las dos de la madrugada. Se me ha ocurrido una historia: él, quizá un adicto, sufre una rara enfermedad. La enfermedad de recordar. No perennemente como Funes, sino más bien selectivamente. Conforme se encierra, durante un período vacacional, los recuerdos lo van minando. Empiezan por postrarlo en una cadena de síntomas parecidos a los de la gripa. Sin embargo, se percata de que esta gripa es rara. Sólo lo aturde cuando recuerda. Pero no cualquier recuerdo (espero no enredarme en esta parte). El conflicto se revela cuando cae en la cuenta de qué tipo de recuerdos lo están enfermando... porque es demasiado tarde. Ya se encuentra muy enfermo. En una agonía profunda, en un abismo de sufrimiento.

P.D. Aún no sé qué recordará. ¿Carolina, qué te parece esta parte del argumento? Sé sincera, por favor. Siempre me gustó eso de ti.

jueves, 2 de enero de 2014

Vacaciones

por Radian Luna

Caminé por el malecón y su olor rancio saturó mis fosas nasales. Los barcos permanecían en reposo cadencioso al fondo de la postal que compre para escribirte. También aquí no dejan de perseguirme los espirales, así comenzaría la nota pero preferí hablarte de la chica que me vendió el collar que anexo a este mensaje. La encontré bailando un son, justo como me lo contaste, la vi con esos pasos que tanto te vi ejecutar. A sus pies un puesto de recuerdos para la familia. Llaveros, colguijes y playeras. Le compré un cráneo lleno de colores y un colguije hecho con un caracol y plástico verde. Hablamos. Intercambiamos impresiones, las mías muy de turista, las suyas eran de espectro pendiendo de un hilo hacía el abismo. ¿Estas aguas son parte del Atlántico? Soltó la risa y me invitó a comer arroz y mariscos en uno de los barrios cercanos a la playa. Sacié mi hambre. La sed se apagó con nieve de maracuyá y mango. Caminamos por calles sudadas y corroídas por la sal que condimenta todo. Entramos en un claro. El camino hacía su casa, en el fondo de un jardín, estaba rodeado de palmeras. Me invitó una cerveza tibia y me tomó entre sus brazos y comenzó a cantarme al oído un bolero atroz pero memorable, duele mucho estar sin ti, estar contigo duele más. Bailamos hasta perdernos. Entre sombras, arañas agazapadas y susurros lejanos terminé mi descarga seminal sobre los muslos de una desaparición. Al final fue eso, nada de aparecidos. Los fantasmas son desaparecidos tratando de saltarte al cuello o directo al corazón, esperando ser arrojados por un momento de la suspensión que los aprisiona en esas casas vacías y sin luz, para sentir la soledad azul en las almas morenas. Esa fue la impresión sobre Veracruz que llenó el espacio de la postal que te envié desde este puerto que terminó por desaparecerme.