Por Diego Bang Bang
1 de enero de 2014
Ya es enero y comienzo a
recordar. El frío se instala con mayor comodidad en todos los
rincones de la ciudad. Hay varios cumpleaños pendientes en este mes
furtivo (entre ellos el tuyo). En mi cuarto no deja de sonar “Berlin”
de Lou Reed.
2 de enero de 2014
Es impresionante que los
arreglos de “Berlin” describan tan bien nuestra historia. En la
primera canción hay un sonido festivo de fondo, una melodía que se
ufana de ser un cumpleaños. Supongo que no todas las sincronías son
siempre milagrosas, porque fue al escuchar este arreglo que me acordé
de tu próximo cumpleaños. Me acordé también de lo pesado que
enero se vuelve para mí. Enero, ahora lo entiendo, es una capa de
hierro, un pesado monolito que se encalla en mi cabeza cada año. Una
presencia oscura, una tóxica sustancia que irriga mis neuronas.
Antes de dormir decidí escribir esto para tranquilizarme un poco. La
verdad es que no entiendo por qué lo escribo como si hubiera un
interlocutor inmediato. Y como si éste fueras tú...
3 de enero de 2014
Llevo cerca de dos semana
con insomnio crónico. Es el mismo número de semanas que llevo de
vacaciones. Y, por supuesto, es el mismo número de semanas que llevo
pensando en ti. Curioso es que la tercera de estas actividades se
encuentre en gerundio. Como curioso también es que haya encontrado
un viejo diario de la preparatoria y algunos videos familiares de
hace ocho años. Te diré la verdad (¿puedo comenzar a decirte mi
amor otra vez?), recordar comienza a darme náuseas. De hecho,
esta sensación se vuelve más intensa cuando el recuerdo es en
video. ¿Sabes?, pienso que sería realmente nauseabundo mirar los
videos de nosotros cogiendo. Recuerdo cuando decías: “quiero
grabarnos”. La verdad, mi amor, pensaba que era puro esnobismo tuyo
por querer utilizar la cámara de tu brand new cellphone. ¿Te
cuento una última cosa? Esto de escribir por las noches me ha
sentado bien: ahora me desespero menos cuando mis ojos se encuentran
acechando en la oscuridad.
4 de enero de 2014
Hoy pensé algo que
quiero contarte (¿ya me diste permiso para llamarte mi amor?).
El disco “Berlin” en un universo paralelo pudo haberse llamado
“Blanes”. Y si a Bolaño lo proponemos (en un ejercicio
fresaniano) como el adicto masculino de la pareja... pues el nombre
de Caroline quedaría a la perfección. Te decía que no todas las
sincronías son milagrosas, pero otras lo son.
Por cierto, hoy me dolían las manos
por el frío y prendí la estufa para calentarlas un poco. No es muy
agradable este subterfugio. No sé por qué a Bolaño le resultaba.
Ahora que lo pienso... ¿Te parece si
te llamo Carolina? De cualquier manera, en este ejercicio escritural
se necesitan nomenclaturas. Otras muchas veces te he llamado Ariadna
y no me desagradaría hacerlo ahora. Sin embargo, Carolina es más ad
hoc en este momento. ¡Buenas noches, mi amor! ¡Mi fermosa
Carolina!
5 de enero de 2014
¡Carolina! ¡Carolina!
¡Mi amor! Seguro hoy tendré una pesadilla. Nunca vayas a escuchar
el octavo track de “Berlin”. Es horroroso. En el fondo, casi al
final de la canción, se escuchan los gritos de sufrimiento de un
niño o de varios. En nuestro disco (“Blanes”), este track se
llamaría “Aeon” y sería un crossover con el octavo track
del “Crying Light” de Antony & The Johnsons que, a su vez,
sería un crossover con el capítulo ese de Rayuela en el que
La Maga le escribe una carta a Rocamadour. Te escribo esto porque en
el fondo sé que no lo vas a leer. Ojalá nunca escuches ese track.
Es parecido a cuando me mandaste correo electrónico y me dijiste que
habías soñado con Eón (“[...] con el bebé”). ¿Y recuerdas
que me dijiste que no sabías a quién contárselo? Pues yo
tampoco... Por eso no lo vayas a escuchar.
6 de enero de 2014
El primer cuento de “El
Gaucho Insufrible” se llama “Jim”. El sexto track de “Berlin”
se llama “Oh! Jim”. Podemos dejarlo así en nuestro LP. ¿Qué te
parece? Seguramente tendríamos que cambiar algunas cosas, pero en
esencia me gusta lo que representa Jim. Uno de esos fantasmas que
aparecen en la vida de vez en cuando. Como Baruk. El chico que hizo
la única fiesta punk a la que fuimos juntos. El mismo que nos
preparó deliciosos tragos en color azul. Quien nos prestó la única
cama ajena en la que no fuimos ajenos. Ese es Jim. Aparece y te
ofrece un momento inolvidable. Posteriormente, Arturo Belano se alejará
de Carolina, pero el recuerdo permanecerá. Justo como Jim. ¡Oh Jim!
7 de enero de 2014
La canción que más me
gusta de “Berlin” se llama “Bed”. Trata acerca del suicidio
aséptico de Carolina. Hoy pensé esto: si hubiéramos seguido
juntos, hermosa Carolina, seguramente alguno de los dos habría
muerto. O, mejor aún, hubiéramos muerto juntos. Espera... No me lo
tomes a mal. Es una idea romántica. Bellamente expresada. Luego
entonces, Carolina azucarada, no llegamos al noveno track de nuestra
historia. Nos quedamos en el octavo, ese que te digo que no escuches
nunca. O, más precisamente, en el limbo entre el octavo y el noveno.
Ahí justo donde todo es enojo, rabietas y desesperación. Donde yo
pateo la arena y tú no sientes nada cuando te penetro. Justo ahí
donde no vuelvo a buscarte y tú terminas por odiarme. Sólo un
tiempo... el necesario para no volver a extrañarme.
8 de enero de 2014
Son las dos de la
madrugada. Se me ha ocurrido una historia: él, quizá un adicto,
sufre una rara enfermedad. La enfermedad de recordar. No
perennemente como Funes, sino más bien selectivamente. Conforme se
encierra, durante un período vacacional, los recuerdos lo van
minando. Empiezan por postrarlo en una cadena de síntomas
parecidos a los de la gripa. Sin embargo, se percata de que esta
gripa es rara. Sólo lo aturde cuando recuerda. Pero no cualquier
recuerdo (espero no enredarme en esta parte). El conflicto se revela
cuando cae en la cuenta de qué tipo de recuerdos lo están
enfermando... porque es demasiado tarde. Ya se encuentra muy
enfermo. En una agonía profunda, en un abismo de sufrimiento.
P.D. Aún no sé qué
recordará. ¿Carolina, qué te parece esta parte del argumento? Sé sincera, por
favor. Siempre me gustó eso de ti.