> Arcanum VI: Desencuentros

jueves, 8 de septiembre de 2011

Desencuentros

Por Ladybug



Es sábado por la tarde y en un principio siento que te extraño, quizá es porque cuando camino miro una tarde llena de parejas que se toman de la mano y pasan sonriendo y murmurándose cariño, también influye a sobre manera el calor que ha empezado a invadir mi cuerpo, resultado por una parte, de la tarde veraniega que hace varios meses no se miraba por esta ciudad, y por otra, de los tragos que por mí se van esparciendo. Ni siquiera han pasado veinticuatro horas desde aquel placentero encuentro y sé que el fin de semana se vislumbra cada más largo que los anteriores. Por un momento la plática se refiere a ti, pero yo, ágilmente, logro evadir el tema, no me interesa que nadie más conozca el secreto, es poco probable que ellos lo difundan, pero mi paranoia me dice que debo guardar silencio.

Han transcurrido ya varias horas y en medio de la fructífera charla, de pronto, me doy cuenta de que él representa una amenaza, no es posible que sea tan sencillamente inteligente, sus palabras corren como agua, es tan espontáneo y contundente; inmediatamente percibo la empatía y a pesar de que pienso en ti, quiero acercarme y lograr que el debate se convierta en una plática de dos. En ese momento no me importan tus manos que ayer acariciaron mi espalda, ni tus brazos que me apretaron para demostrarme que no me dejarías ir, minimizo las consecuencias (tal como lo hice para poder estar a tu lado) y dejo que mis deseos sean los que actúen.

Es evidente que le intereso, ya que después de unos minutos los dos hemos conseguido evadir a todos y concentrarnos en nuestro reconocimiento, no me mira con deseo y el efecto del alcohol está en una fase rara de difuminación, es así que salimos a dar la vuelta y ninguno de los dos busca el contacto físico, las palabras fluyen y se resbalan entre nosotros. Después de una serie de desilusiones hacía tiempo que no me permitía rendirme ante la primera impresión, pero inexplicablemente, esta vez no puedo evitarlo. Y es que ahora no es el deseo el que está hablando, sino la inmensa fuerza de nuestros yos que se están encontrando.

Por eso decido extender la noche hasta sus últimas consecuencias, estoy consciente de que mientras mayor sea el tiempo que pase encontraré más virtudes en él, lo cual se convertirá en un sentimiento extraño de gusto mezclado con angustia y confusión. Es tarde y debo irme a casa, después de hablar toda la noche no puedo esperar el momento de volver a verlo, hemos establecido el medio de comunicación y ahora sólo me queda esperar una señal.

Son las tres de la madrugada y no puedo dormir, miro la luna que se asoma por mi ventana y leo uno de los tantos poemas que le han sido dedicados, parece que ella es mi única compañera en este momento en el que comienzo a imaginarme la futura e hipotética situación: ¿Qué sucedería si entre él y yo pasa algo más que este efímero encuentro? Qué tal si descubro en él aquello por lo que tanto tiempo estuve llorando y entonces tengo que olvidar lo poco que tengo contigo y decirte que eso es todo. De acuerdo con la lógica de tus palabras no estarías conforme porque soy lo único que vuela en tu vida.

Y es entonces cuando me pregunto cuál sería el peor de los egoísmos, el tuyo al entristecerte y decirme que no me vaya, pretendiendo que permanezca oculta para siempre, formando parte de lo que hay detrás del telón de tu vida, o el mío que diría que estuve contigo porque no había otra opción, que eras perfecto para el momento, mientras llegaba él, quien puede ofrecerme al menos, un poco de verdad.
Es muy irónico cómo en un principio fuiste como un respiro y ahora de alguna forma, eres algo que me ahoga. Te quiero y me encanta la forma en que tus labios me besan, tus ojos me miran, tu respiración me estremece y tus brazos me estrechan; amo descansar en tu pecho después de la ansiada cercanía y la progresiva unión de nuestros cuerpos. Y aunque sé que tú también me quieres y me deseas tanto como un yonqui a su efedrina, no creo que esta adicción nos conduzca a algo sano.

Entonces lo veo a él, quien se apareció con esa sonrisa afable y mirada despreocupada, libre de compromisos con la vida, no tuvo que llegar a su casa porque alguien lo espera con cuestionamientos mordaces, ni me dio un código para que podamos hablar, el único código que existe entre nosotros es el que nos pertenece a cada uno y en apariencia es el mismo, la verdad expuesta al otro.
Todo parece tan limpio a su lado, tan saludable, tan fácil; volteo la cara y me pregunto ¿de verdad eres una efedrina tan cruel para dejar al yonqui con el síndrome de abstinencia? , ¿verlo hundirse en su desesperación y ansiedad sin un poco de misericordia? ¿Darle la espalda que una vez ofreciste a sus caricias?

Quizá no lo vuelva a ver y no sea la maravilla que parece, es muy probable que no nos esté esperando una mágica historia de amor, pero me ha hecho darme cuenta de que mientras mayor sea el tiempo que pasemos juntos me sentiré más culpable cuando tenga que dejarte, sé que no es justo ya que no puedo prometer un siempre a alguien que no me ofrece ni siquiera un completo hoy, no pretendo esperar a que los años pasen así como han pasado estos meses y seguir siendo el vapor de tu felicidad. Por eso, esta mañana desperté pensando que te quiero y amo estar contigo, pero que de a poco nos iremos ahogando uno al otro hasta que nuestras emociones mueran y no queden más que recuerdos llenos de odio, desesperación y culpa, aunque es demasiado tarde porque hoy también me di cuenta que a veces también la efedrina necesita a su yonqui.

No hay comentarios:

Publicar un comentario