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viernes, 1 de abril de 2016

El monstruo enamorado VIII

Por Diego Bang Bang

Mi vida ha sido una constante peregrinación. Un movimiento periférico suburbano en busca del centro citadino. Me definí mucho tiempo por ser una ondulación imparable que buscaba el extático momento de la quietud. Luego de encontrar un pequeño espacio en Ciudad Monstruo, luego de eso, decidí a empezar un escrito muy particular.  Un diario impersonal fue como lo definí. A continuación transcribo la primera de sus visiones.

Visión # 1

Ella, Raina, pequeña. Con una bella mirada inocente. Unos gigantes ojos límpidos. Sin la inocencia pisoteada. ¿Cómo llamarías a este tipo de fotografía? ¿Difuminada? ¿Textura sepia de recuerdo?

Te pregunto: ¿qué tipo de ave eres? Me dices: “pingüino”. Un pingüino que vende catarinas, complementas. Me quedó paralizado. Un universo así de turbulento no lo esperaba. Un ave que vende insectos. Guardo, de golpe, las monedas que sostengo en mis manos. Entiendo que a un mercader de esa calaña no puedo comprarle con moneda convencional. Doy media vuelta y camino para alejarme.

Al día siguiente regreso convertido en un reptil. Un reptil comerciante de besos. Propongo dos besos por cada catarina. Claro, además de las nimias monedas del día anterior. Después del jaleo, del coqueteo. Entonces sí… nuestro primer beso. Mi gruesa boca de reptil en tu tersa mejilla de pingüino.

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