> Arcanum VI: Humo

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Humo

Humo
Por Diego Bang Bang

Sentada con las piernas cruzadas y un cigarrillo entre tus dedos. Expeliste una bocanada de humo y le confiaste algo al oído a tu acompañante. Con tu mano izquierda recogiste tu cabello. En toda la noche traté de llamar tu atención. A través del humo creí reconocer una mirada de complicidad. Simplemente quimeras.

Hay mujeres que al soltar el humo del cigarrillo me parecen extremadamente presuntuosas. La forma de pararse en el cuarto las revela un poco más. Son mujeres cualquiera, con aspiraciones cualquiera, pero con un cigarrillo insuflado de orgullo. ¿Se han dado cuenta cómo se pavonean algunas de ellas? En el instante dejan de interesarme.

Por otro lado, hay mujeres que fuman y expulsan el humo con un estilo inigualable. Con una cadencia y un tempo de plática-borrachera tan preciso como una melodía de Johnny Marr. Mujeres que fuman tan deliciosamente que dan ganas de arrebatarles un beso y tragar ese humo compartido. O que después de acabada su maniobra de pulmón, preferimos clamar por el cigarrillo que cuelga de sus dedos. No tanto por el cigarrillo como por rozar sus delicados dedos.

Recuerdo el primer cigarrillo que fumamos juntos. Estábamos en un concierto de surf en el Alicia. Decidimos acompañarlo con un par de cervezas. Mientras tanto, nuestra plática se incrustaba en cosas banales. Tu programa favorito de televisión. Tu canción favorita de 2005. Lo que más recordabas de tu infancia. Cualquier tipo de cosas, mientras yo deseaba tus labios en medio del humo que salía elegantemente de tu boca.

¿Quién no se ha quemado con un cigarro? Aunque en realidad la pregunta debería ser: ¿quién no ha quemado con un cigarro o a quién no han quemado con un cigarro? Sería demasiado que además del acto de muerte interna que representa tragar el humo, uno pudiera quemarse involuntariamente. Llega a pasar, pero no es tan constante como quemar a alguien más. Y si hablamos de actos de voluntad, reconozco que he pensado en quemar tu corazón con mi cigarro. He pensado soplar todo el humo en tu cara de una manera vulgar.

Un buen cigarro (un Romeo & Julieta, por ejemplo) con un buen whisky (un Jack Daniels, por ejemplo) después de una líneas de cocaína. No demasiadas, sólo las necesarias. El humo de tu cigarro en mi rostro, mientras mi cabeza es más bien un rompecabezas, después de que el humo de mi cigarro sopló tu ano. Mientras mi cabeza gira y gira, pienso que ninguna mujer me había pedido que le «humeara» el ano. No estuvo nada mal.      

El humo sube en mi habitación. Se eleva mientras trato de buscar una idea digna de contar. Y mientras más humo se descorre del papel, menos tengo que contar. Veo cómo se consume, poco a poco como… ¿nuestro amor? ¿la vida? La vida es humo. ¿Humo de vida?

Después de penetrarla y de que gimiera y pronunciara cuánto le gustaba; después de que llorara como la adolescente que es y la volviera a nalguear tirada en el suelo de aquella habitación. Después de que mi amigo iNtRa la volviera a penetrar; después de todo eso, me di cuenta que su aliento y saliva sabían a humo. Ese sabor me dejó la noche de sexo compartido.

Tu rostro ahora sólo es humo.
                                                      Humo sin punto de fuga.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario