> Arcanum VI: Entomología urbana

lunes, 1 de agosto de 2011

Entomología urbana

El efecto mosca


Por Sonny DeLorean


Uno siempre busca los vestigios de su condición en lo que más le acomoda o en esas marcas imperceptibles que se esconden a primera vista. Uno nunca cree ser el testigo de la condición compartida por muchos de nosotros en una escena del orden común, tan acostumbrada para mí y para ellos. Dice Salvador Elizondo que Un efecto que se puede producir con dos causas distintas es un efecto deleznable y ese es el (de)efecto de nuestra condición.


Eras tú, amigo lector, o era yo, remedo de escritor, no recuerdo, eso es lo de menos, estábamos ahí todos lo que quieran verse reflejados aquí. Sólo sé que fue instante llamado simultaneidad, una mosca postrada en la caseta telefónica comienza el movimiento alatorio y las perturbaciones del ambiente hacen que comience a llover. La causa era la misma que producían las alas de la mariposa, no hay novedad, pero eso no explicaba por qué un beso terminaba con sabor a despedida, por qué la distancia del abrazo dejaba una estela de recuerdos y cosas que faltaron por hacer, por qué su mirada estaba sumida en esa línea infame y difusa que separa el amor del dolor y viceversa, por qué su presencia le resultaba ahora y siempre tan ajena motivándolo a sentir su condición de des(dichado). Entonces la mosca estaría en la misma dirección que su movimiento le confiere, sería el átomo desencadenado, pasaría de un vuelo incomprensible (el sueño de todo hombre) a suspender éste en el cascajo, en la mierda (hacía donde todos vamos).


Las causas eran las mismas: el aleteo de un insecto; el efecto: ¿habría sido diferente quién aletea? Obviamente que sí, pero las mariposas no viven en la ciudad. Además las moscas son mejores compañeras, hasta en la boca dejada de los borrachos entran sin ningún aviso, sin ningún sigilo, a ellas no les da asco, son las primeras presencias que reconocen y nos acompañan en la muerte. Tal vez por eso son mejores para explicar la naturaleza de ellas en nosotros y el efecto que nos condiciona. Una naturaleza más compleja y menos completa, tal vez inacabada; más confusa y menos tendencial, seguramente implacable; más expuesta y menos entendible, de ahí la incongruencia y su encanto; después de todo las moscas también sirven como argumento para explicar la realidad, y claro, el porqué las mujeres hacen que ésta sea más confusa, “digerible” y entrañable.


Este suceso podría sonar como una fatalidad en acecho de la causa y efecto de una desgracia meramente formal, humana. No obstante estoy convencido de que El efecto mosca no motiva la des(dicha) por una patología o por sentir una dependencia inmerecida; sólo es resultado del daño colateral, de la causa pérdida. El efecto mosca lo encontramos por un recóndito azar que no es necesario comprender, así, como el movimiento perpetuo de la moscas.


Ese mismo movimiento perpetuo es el que me permite no hablar a título personal, y puedo asumir que me ha llevado no sólo a reconocer esa cualidad que Eduardo Torres presume de los enanos: Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista. Confirmo que el reconocimiento es aún más inmediato que el de ellos, no sólo por la apariencia desconsolada y un tanto miserable, sino también por nuestro estado permanente de sístole-diástole propio de las enfermedades crónicas del corazón, puedo sentir su desdicha a mi manera, pero no deja de ser la misma. Nos encontramos en el metro, en la cantina o a donde nos lleve la mosca, y nos lo decimos, no es necesario cruzar palabra alguna, me basta ver su puño cerrado, sus ojos inmisericordes que maldicen a la mosca, su cara trémula y pensar en el mal endémico (tan necesario en nosotros) de nuestra condición para extendernos la mano vacía, o la mano con una cerveza para saber que: “Hay que compartir el amor, porque es una fermentación morbosa, se sube pronto a la cabeza y nadie puede consumir una mujer entera” (¿desde cuándo me gusta tanto el alcohol?).


Al menos todos lo que hayan llegado aquí, sabrán que El efecto mosca no es una generalidad. Lo digo por aquellos que me han llamado incompetente e incapaz, que ellos han visto volar moscas y son inmunes a su efecto, que han aprendido a condicionar su comportamiento en presencia de ellas (y de las mosca) y hasta saben como catarlas y controlarlas; yo nomás no puedo, o no quiero (que para este caso es lo mismo). No diré que me gusta mi condición anquilosada, pero qué gratas son las recaídas porque así puedo empezar a reanimarme (y pensar en la des[dicha] que viene). Después de todo esto es un principio de vida: nos caemos para levantarnos, siempre he fijado mis límites, para algunos es el cielo, yo no voy tan lejos, tengo ese con(suelo).


Me apena darme cuenta que es absurdo buscar explicaciones y equiparar el aleteo de una mosca para entender el desdén de las mujeres en mí y en los que me siguen (cada vez son menos), o tratar de encontrar una razón para entender los sinsentidos de sus actos, ya ni mencionar mi búsqueda en su movimiento browniano para comprender mi proclividad a la des(dicha); ese podría ser el problema, no hay que comprender la des(dicha) que provocan las mujeres y conformarse sólo con eso… con disfrutarlo. Por si las dudas ya no sonsacaré a esa mosca, dejaré que repose donde mejor le apetezca y tal vez pueda entender porque está lloviendo.

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